LAS ENSEÑANZAS POLÍTICAS DEL BUDA
Según la tradición budista, Siddharta Gautama, después conocido como Buda, nació en el año 543 a.C. en el territorio hoy conocido como Nepal. Siddharta dedicó gran parte de su vida a la búsqueda del Nirvana, un estado mental de armonía en el que el sufrimiento deja de existir. No fue sino hasta el momento en el que Siddharta alcanzó el Nirvana que éste se convirtió en Buda, palabra que literalmente significa “el Iluminado”.
Previo a su Iluminación, Siddharta Gautama vivió en los extremos. Los primeros años de su vida estuvieron marcados por la opulencia extrema. El padre de Siddharta, gobernante de su clan, buscó evitar que su hijo entrara en contacto con el sufrimiento y lo cubrió de riquezas. Le construyó palacios en los que Siddharta pudiera siempre mantenerse entretenido y contento: puso músicos, artistas, y mujeres a su disposición; lo rodeó de una fantasía en la que la vejez, la enfermedad, y la muerte, no tuvieran lugar .
Cuando Siddharta se percató de la condición humana y la fantasía construida se derrumbó, éste decidió renunciar a su vida opulenta y comenzó a busca la Iluminación en el otro extremo. Durante años, busco cobijo en las enseñanzas de maestros, eruditos, y sabios, y se movió en una cultura que exaltaba la renuncia y la escasez. Siddharta Gautama ayunaba por semanas y pasaba días sin dormir o tomar agua. Llegó a tal extremo, que se encontraba totalmente decrepito y en riesgo de morir.
Fue entonces que Gautama se dio cuenta que la Iluminación no se encontraba en los extremos, sino en “el camino medio”. Había experimentado ambos lados de la balanza, la abundancia y la escasez; y en ninguno de éstos había logrado encontrar el Nirvana, la paz y la armonía interior que tanto ansiaba.
Siddharta comparaba esta revelación con las cuerdas de un sitar, similar a una guitarra. Cuando las cuerdas están demasiado flojas no emiten ningún sonido, y cuando están demasiado tensas se rompen. Es sólo cuando están en el medio, ni demasiado tensas ni demasiado flojas, que el sitar puede generar música.
Toda esta enseñanza puede ser aplicada, no solo a nivel individual por alguien que busca la iluminación, sino también a nivel político por alguien que quiere perfeccionar nuestra sociedad. De la misma forma en la que Siddharta Gautama pasó su juventud en los extremos, la política ha sido tradicionalmente conceptualizada en dos polos: izquierda y derecha.
Muchos incluso argumentan, que esta división entre izquierda y derecha es lo que esta manteniendo a nuestro desarrollo político estancado. Mientras que hombres y mujeres de ambos lados de la balanza se dedican a argumentar desde sus extremos las mismas cosas una y otra vez, lo que el país más desea es moverse hacia delante. Nuestra política contemporánea esta basada en la confrontación y la polarización ideológica, cuando en realidad debería de basarse en la integración de los grandes temas que nos unen.
Es interesante también darnos cuenta de cómo, al abandonar los polos y adoptar el camino medio, la dicotomía de los polos desaparece. En vez de vivir en un mundo de opuestos alcanzamos un punto mas alto: el espacio de la síntesis, en el cual somos libres de tomar lo mejor de ambos mundos. Es este espacio de síntesis el que nos permite darnos cuenta que la contradicción es solo aparente, en el fondo lo único que existe es unidad. Después de todo, el ying y el yang forman un solo círculo.
La gran ironía es que de niños, cuando aun somos demasiado jóvenes para administrar nuestra realidad social, vemos el mundo precisamente de esta manera: como una unidad en la que las divisiones no existen. Es solo cuando crecemos que aprendemos a diferenciar. Aprendemos a diferenciar a las instituciones de la gente que las integra. Aprendemos a dividir lo que significa ser ciudadano, de lo que significa ser político. En pocas palabras, aprendemos a vivir en un mundo de contradicciones sin darnos cuenta de que estas dicotomías son solo aparentes.
La enseñanza política del Buda es dejar de vivir en la contradicción y regresar a la integración. El gran despertar ciudadano que hoy México vive, es la oportunidad para volver a ver a la política con ojos de niño, y si logramos esto la política del siglo XXI será una política de síntesis en la que podremos adoptar lo mejor de ambos lados e integrar juntos una nueva realidad social.
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