Despierta al esclavo
Sutras de Atisha comentados por Osho
Si sientes ira, se consciente de ella, si sientes avaricia, se conciente de ella, si sientes lujuria, se consciente de ella; porque la consciencia corta la raíz misma. Y ¿Cuál es la raíz? La inconsciencia es la raíz.
Uno puede enojarse sólo si es inconsciente. Si intento estar enojado y ser consciente al mismo tiempo es imposible. O soy consciente, y la ira ya no se la encuentra, o estoy enojado, y la consciencia ha desaparecido. Hasta ahora nadie ha sido capaz de hacer coincidir las dos cosas al mismo tiempo; y no creo que yo vaya a ser la excepción. Es posible que crea que están sucediendo las dos cosas simultáneamente, pero si observo minuciosamente, veré que cuando la consciencia está ahí, la ira no está; cuando la ira está ahí, la consciencia no está. La falta de consciencia es la raíz de toda enfermedad del alma, por eso la consciencia es la única medicina.
¿Y cómo sabré que lo he conseguido? La consciencia es algo interno, está tan profundo que nadie puede verla. Aun así, si me hago consciente, quien tenga ojos para ver se dará cuenta de ello... porque cuando la consciencia sucede en el núcleo interno, la compasión empieza a irradiar, el amor empieza a irradiar.
Buda dice: enciende la vela de la consciencia en tu corazón, y todo tu ser irradiará compasión. La compasión es la prueba. Recuerda: a no ser que suceda la compasión, debo de estar engañándome, debo de estar haciendo alguna otra cosa en lugar de ser consciente.
La concentración no es consciencia. Concentración significa enfocar la mente, reducir su atención a un solo punto. La mente concentrada se vuelve muy poderosa. Pero la mente concentrada es mente, y muy poderosa; por eso es más peligrosa que nunca.
La consciencia es totalmente diferente; la consciencia no es enfocar. La consciencia es un estado de alerta sin foco. La consciencia no es el estrechamiento de la mente sino la desaparición de la mente. El estrechamiento de la mente hace que la mente sea más mente. Así se crea una mente hindú, una mente mahometana, una mente evangelista. Unos están enfocados en el Corán, otros en el Gita, otros en la Biblia. Gente enfocada, el resultado no es compasión.
Las religiones han existido durante miles de años, pero la compasión es todavía un sueño. La razón es que la mente concentrada se vuelve mente estrecha, se vuelve más mente. Y el amor no es una función de la mente, el amor es una función del corazón o no-mente que significa lo mismo.
La concentración excluye mucho, incluye poco. La consciencia no excluye nada, lo incluye todo. La consciencia es un estado de no-mente, de corazón. Soy, pero no estoy enfocado. Soy tan sólo un espejo que lo refleja todo, que devuelve la vibración de todo, como un eco. De repente, soy pero no soy; y el milagro comienza a suceder. En este silencio, sentiré compasión; compasión por todos los seres que sufren.
Atisha dice: consciencia en el interior, compasión en el exterior. La compasión es la cara externa de la consciencia, lo exterior de la consciencia. La consciencia es mi interioridad, mi subjetividad. La compasión es identificarme con los demás, el compartir con los demás.
Al principio y al final hay que hacer dos cosas
Por la mañana recordaré que un nuevo día, una nueva oportunidad, me ha sido concedida de nuevo. Me sentiré agradecido con la existencia. He desperdiciado tantos días... y se me ha concedido un nuevo día, un nuevo comienzo. En lo profundo de mi corazón tomaré la decisión de que "hoy no voy a malgastar esta oportunidad. Hoy voy a ser consciente, hoy voy a estar alerta, hoy voy a dedicar tanta energía como sea posible a una sola causa, la causa de la meditación. Meditaré en todos mis actos. Realizaré mis actividades diarias normales, pero con una nueva cualidad: les aportaré la cualidad de la consciencia".
Le daré la bienvenida al nuevo día, sintiéndome agradecido de que se me haya concedido este día. Y sentiré gratitud por todo lo que ha sucedido, por lo bueno y por lo malo, por la felicidad y por la infelicidad; porque todos esos acontecimientos son mis maestros.
Todo es una oportunidad. Tomado correctamente, todo momento es una ayuda en el camino. El fracaso ayuda a crear consciencia tanto como el éxito; a veces, de hecho, el fracaso ayuda a crear más consciencia que el éxito. El éxito hace que te duermas. Con la felicidad la gente se olvida.
El hombre que es capaz de recordar, incluso cuando es feliz, es un hombre afortunado. Cuando la mar está brava, todo el mundo se acuerda de Dios. Con la infelicidad, de repente, viene el recuerdo.
En una ocasión sucedió que un barco con muchos peregrinos surcaban los mares en dirección a La Meca. Iban de peregrinaje. Todos rezaban cada día las cinco oraciones prescritas para los mahometanos; todos, excepto un místico sufí. Pero el místico irradiaba tanta alegría, que nadie se atrevía a preguntarle el porqué de su conducta.
Y un día que el mar estaba muy embravecido el capitán dijo:
- Todo parece indicar que no hay posibilidad de salvarse; así que, por favor, rezad vuestra última oración, el barco se hunde.
Y todo el mundo se puso a rezar, excepto el místico sufí.
Esto ahora ya no se podía concebir. Entre todos le rodearon y dijeron:
- Tú eres un hombre de Dios. Te hemos observado y nunca has rezado. Pero por respeto, porque te tenemos por hombre santo, no hemos dicho nada. Sin embargo, ahora es intolerable. El barco se está hundiendo y tú eres un hombre de Dios; si rezas, tu plegaria será escuchada. ¿Por qué no rezas?
El místico dijo:
- Si rezas por miedo, es que no has comprendido nada; por eso yo no rezo.
Y la gente respondió:
- Entonces ¿por qué no rezabas cuando no había razón para tener miedo?
El místico dijo:
- Yo vivo en oración, así que no puedo orar. Sólo aquellos que no viven en oración pueden orar. Pero ¿qué sentido tiene su plegaria? ¡Rituales vacíos! Yo vivo en oración; de hecho yo soy oración. Cada momento es una oración.
Oración es la palabra sufí que designa la misma cualidad que Atisha llama consciencia.
Así que por la noche daré gracias de nuevo, daré gracias a la existencia entera. Para Atisha no existe Dios. Para Atisha la existencia entera es divina, no existe Dios como algo personal.
Si eres un hombre de oración, la existencia toma la apariencia de Dios, de algo personal. Si eres un hombre de meditación, la existencia es impersonal, la existencia es algo que tiene que ver con el todo, con la divinidad. Para el hombre de oración existe Dios; para el hombre de consciencia existe la divinidad, pero no existe Dios.
Se cuenta que Gautama Buda fue el hombre más ateo y a la vez el más divino. El más ateo porque Buda nunca creyó en ningún Dios, y a la vez el más divino, porque él mismo era divino.
Así que a la noche, me sentiré agradecido por todo lo que ha sucedido durante el día. Y dos cosas más: recordaré cuando fracasé durante el día en ser consciente y en ser compasivo; simplemente, recordaré. No me arrepentiré, simplemente, recordaré.
En la Biblia Jesús dice una y otra vez "arrepiéntete". Esta palabra es una falsa traducción del arameo. En inglés ha cobrado un significado totalmente diferente, un significado diametralmente opuesto. Se ha convertido en "arrepentimiento". Se ha convertido en "sentirse culpable".
En arameo, arrepentirse significa sencillamente "volver, mirar hacia atrás"; eso es todo. Haré un recuento de lo ocurrido: el día ha terminado, miraré hacia atrás. Simplemente, miraré de nuevo, tomaré nota de cuando dejé de tener consciencia, eso me ayudará mañana, eso acrecentará mi consciencia. Y tomaré nota de cuando no logré ser compasivo, eso me ayudará mañana a ser más compasivo. Y también tomaré nota de de cuando logré ser consciente y compasivo. No me sentiré orgulloso por ninguna de las dos cosas. Sin culpa y sin orgullo. No es una cuestión de orgullo o de culpa; se trata simplemente de tener en cuenta el día que ha terminado antes de irme a dormir; simplemente, mirar hacia atrás, sin evaluar: ni condenarme como pecador, ni sentirme muy orgulloso de que "Hoy he estado tan consciente, he sido tan compasivo, he hecho tantas buenas obras..." Nada de eso. Simplemente, repasar lo que sucedió desde la mañana hasta la noche. Éste es también un método para volverse más consciente.
Y recordar que, consiga o no consiga ser consciente, deberé ser paciente. No seré impaciente; porque la impaciencia no me va a ayudar. Tan sólo observaré pacientemente y esperaré con confianza, otra flor nacerá mañana.
También recordaré que este cuerpo no es el único cuerpo. Yo ya tuve muchos cuerpos, y tendré muchos más en el futuro. No hay prisa. Seré paciente, porque la prisa sólo altera las cosas. La prisa no me va a ayudar, me va a obstaculizar.
Estos dos preceptos de la consciencia y la compasión son tan valiosos que incluso si en alguna ocasión tienes que sacrificar tu vida por ellos merece la pena. La vida no es sino una oportunidad para lograr la consciencia y la compasión. La vida en sí misma no tiene sentido. Sólo tiene sentido si puedes cantar la canción de lo eterno, si puedes liberar algo de fragancia divina. Si puedes convertirte en puro amor, si puedes embellecer la existencia.
Supera las tres dificultades
Tres cosas hay que recordar, dice Atisha. Una es: hacerme consciente cuando el acto está sucediendo. Esa es la primera dificultad. Tomar consciencia en el acto mismo.
Al principio me hago consciente cuando la ira se ha ido y todo se ha calmado, me vuelvo consciente a los quince minutos. Si sigo intentando me haré consciente a los cinco minutos. Sigo intentando y me haré consciente justo cuando la ira se está evaporando. Lo intento un poco más y me haré consciente exactamente en la mitad del suceso. Y ése es el primer paso: ser consciente en el acto.
A continuación, el segundo paso o la segunda dificultad, que es incluso más difícil: recordar antes del acto. Cuando el acto todavía no ha sucedido pero es ya un pensamiento en mi interior; el acto aún no se ha llevado a cabo, pero ya se ha convertido en un pensamiento en mi mente. Está ahí, potencialmente, como una semilla; se puede convertir en acto en cualquier momento.
Ahora voy a necesitar una consciencia un poco más sutil. El acto es una cosa tosca: golpeé a mi mujer. Puedo hacerme consciente cuando estoy golpeando; pero la idea de golpear es mucho más sutil. Miles de ideas pasan continuamente por la mente. Las ideas siguen y siguen, el tráfico continúa. Pero la mayoría de esas ideas nunca llegan a ser actos.
La segunda dificultad, dice Atisha, es atrapar al pensamiento cuando está surgiendo en mi. Eso puede hacerse, y sólo puede hacerse cuando he cruzado la primera barrera, porque el pensamiento no es muy sólido. Pero aún así, es lo suficientemente sólido como para que lo vea; sólo tengo que practicar un poco. Sentado, en silencio, simplemente observaré mis pensamientos: cómo surgen, cómo toman forma, cómo permanecen, cómo se anidan y cómo después me abandonan.
El pensamiento se convierte en huésped, y después, llegado el momento, te abandona. Y muchos pensamientos vienen y van; yo soy el posadero temporal de una cadena de pensamientos. Debo observar estas cadenas simples de pensamiento y después, poco a poco, intentarlo con situaciones más conectadas con las emociones.
Estoy enojado, siento avaricia, siento celos... Me atraparé en el medio del pensamiento. Esa es la segunda dificultad. Y la tercera dificultad es atrapar el proceso que finalmente trae como resultado el acto antes de que se convierta en pensamiento. Esto es lo más difícil.
Antes de que algo se convierta en pensamiento es un sentimiento. Estas son las tres cosas: El sentimiento viene primero, después viene el pensamiento y después viene el acto. Todo pensamiento es producido por un cierto sentimiento. Si no hay sentimiento, el pensamiento no aparece. El sentimiento toma cuerpo en pensamiento, el pensamiento toma cuerpo en el acto.
Alguna vez que no se por qué me siento molesto, no hay realmente ningún pensamiento que lo cause, pero me siento molesto. Algo se está preparando de manera subterránea, algún sentimiento está ganando fuerza. A veces me siento triste. No hay razón para sentirse así, y tampoco hay pensamiento que lo provoque; aún así, la tristeza está ahí, como una sensación generalizada. Eso significa que un sentimiento está tratando de emerger a la superficie.
Si soy capaz de hacerme consciente del pensamiento, entonces tarde o temprano, seré consciente de los sutiles matices del sentimiento. Estas son las tres dificultades.