Víctimas de las relaciones de buena vecindad que Nepal quiere mantener con Chjna, miles de tibetanos refugiados en el pequeño país del Himalaya se encuentran en un limbo legal, faltos de papeles y de una estrategia política de futuro.
Nepal se ciñe al objetivo de no contrariar a China con el contencioso de Tíbet, y suele proceder al arresto de los tibetanos que se manifiestan con frecuencia en Katmandú contra la soberanía china de ese desierto alpino en la vertiente norte del Himalaya.
Pero a la vez, Nepal sigue cobijando a una de las colonias de refugiados tibetanos más importantes del mundo, por detrás de la India, el país donde residen el líder espiritual budista -el Dalái Lama- y las autoridades del llamado Gobierno tibetano en el exilio.
El Gobierno nepalí estima que hay en su suelo entre 15.000 y 20.000 refugiados tibetanos, pero el último registro data en realidad del año 1993, y en aquel momento solo 12.540 tibetanos habían obtenido residencia legal.
Aunque representantes de la comunidad tibetana mantienen que en torno al doble de esa cantidad había pedido el registro, los oficiales del Ministerio nepalí de Interior dicen no tener más datos sobre las cifras de solicitantes.
"Nepal ha sido muy liberal con los refugiados -dice a Efe el funcionario Shambu Ghimire, del Ministerio nepalí de Interior-. No han tenido que vivir en campamentos, como sí sucede en otras partes del mundo".
Sin documentos de identidad apropiados, los tibetanos no pueden obtener trabajos ni abrir negocios, ni adquirir propiedades o vehículos, lo que, avisa a Efe un empresario de la comunidad que prefiere mantener el anonimato, puede generar inestabilidad.
"Existe un sentimiento de desilusión entre los jóvenes, que se dedican a la droga o al alcohol. Esos jóvenes ven que no hay futuro -afirma esa fuente- Sin papeles, legalmente no existen".
Los tibetanos llegaron al país en la década de 1960, tras la invasión china de Tíbet y la huida del Dalái Lama, y se embarcaron en la producción y venta de alfombras, otrora una industria poderosa que se ha venido abajo en los últimos diez o quince años.
De su problema con la administración ha tomado nota el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que pide al Gobierno la emisión de permisos, por ahora sin resultado, dice a Efe el responsable en Nepal del organismo, Stéphane Jaquemet.
Según Jaquemet, los tibetanos sin documentación son "vulnerables", y además no les ayuda en nada la situación de inestabilidad política que ha vivido en los últimos años Nepal, donde el proceso de paz continúa estancado.
ACNUR gestiona un campamento para los tibetanos que cruzan la frontera entre el Tíbet chino y Nepal, donde se pone en marcha un proceso administrativo con el que finalmente pueden entrar en suelo indio, que sí les concede el estatus de refugiado.
De acuerdo con la organización, existe un "pacto de caballeros" con Nepal para que lleve a los refugiados al campamento, aunque ya se han documentado casos de tibetanos que fueron repatriados a Tíbet por las autoridades fronterizas nepalíes.
Los refugiados tibetanos de Nepal son una "patata caliente" para el país por sus continuas manifestaciones contra China, que adquirieron una dimensión especialmente notoria durante los Juegos Olímpicos de Pekín.
En cada reunión de funcionarios nepalíes con sus colegas chinos hay un punto de la agenda dedicado a las actividades de los refugiados tibetanos, y Nepal suele dar garantías de nula tolerancia frente a las actividades "antichinas" en su suelo.
Se supone que por presiones del gigantesco vecino, las autoridades nepalíes actuaron resueltamente contra las protestas, y estas remitieron, aunque en los últimos meses se produjo un nuevo repunte a raíz de los casos de inmolaciones de monjes en el Tíbet.
"No hay necesidad de que los chinos desconfíen. El Dalái Lama nos ha dicho que no hagamos nada que pudiera incomodar a Nepal", afirma el empresario tibetano, que atribuye a "infiltrados" los casos puntuales de violencia registrados en las manifestaciones.
Según Jaquemet, para estos tibetanos sin país la solución pasa por crear medidas especiales que tengan en cuenta "la particularidad del caso, los intereses de Nepal y el bienestar de los refugiados", y para ello hay que tener en cuenta también la opinión india.
"No aspiramos a la libertad del Tíbet -precisa otro líder de los refugiados- Lo que queremos es la protección de los derechos humanos, sociales y religiosos de los tibetanos del Tíbet".
Nepal se ciñe al objetivo de no contrariar a China con el contencioso de Tíbet, y suele proceder al arresto de los tibetanos que se manifiestan con frecuencia en Katmandú contra la soberanía china de ese desierto alpino en la vertiente norte del Himalaya.
Pero a la vez, Nepal sigue cobijando a una de las colonias de refugiados tibetanos más importantes del mundo, por detrás de la India, el país donde residen el líder espiritual budista -el Dalái Lama- y las autoridades del llamado Gobierno tibetano en el exilio.
El Gobierno nepalí estima que hay en su suelo entre 15.000 y 20.000 refugiados tibetanos, pero el último registro data en realidad del año 1993, y en aquel momento solo 12.540 tibetanos habían obtenido residencia legal.
Aunque representantes de la comunidad tibetana mantienen que en torno al doble de esa cantidad había pedido el registro, los oficiales del Ministerio nepalí de Interior dicen no tener más datos sobre las cifras de solicitantes.
"Nepal ha sido muy liberal con los refugiados -dice a Efe el funcionario Shambu Ghimire, del Ministerio nepalí de Interior-. No han tenido que vivir en campamentos, como sí sucede en otras partes del mundo".
Sin documentos de identidad apropiados, los tibetanos no pueden obtener trabajos ni abrir negocios, ni adquirir propiedades o vehículos, lo que, avisa a Efe un empresario de la comunidad que prefiere mantener el anonimato, puede generar inestabilidad.
"Existe un sentimiento de desilusión entre los jóvenes, que se dedican a la droga o al alcohol. Esos jóvenes ven que no hay futuro -afirma esa fuente- Sin papeles, legalmente no existen".
Los tibetanos llegaron al país en la década de 1960, tras la invasión china de Tíbet y la huida del Dalái Lama, y se embarcaron en la producción y venta de alfombras, otrora una industria poderosa que se ha venido abajo en los últimos diez o quince años.
De su problema con la administración ha tomado nota el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que pide al Gobierno la emisión de permisos, por ahora sin resultado, dice a Efe el responsable en Nepal del organismo, Stéphane Jaquemet.
Según Jaquemet, los tibetanos sin documentación son "vulnerables", y además no les ayuda en nada la situación de inestabilidad política que ha vivido en los últimos años Nepal, donde el proceso de paz continúa estancado.
ACNUR gestiona un campamento para los tibetanos que cruzan la frontera entre el Tíbet chino y Nepal, donde se pone en marcha un proceso administrativo con el que finalmente pueden entrar en suelo indio, que sí les concede el estatus de refugiado.
De acuerdo con la organización, existe un "pacto de caballeros" con Nepal para que lleve a los refugiados al campamento, aunque ya se han documentado casos de tibetanos que fueron repatriados a Tíbet por las autoridades fronterizas nepalíes.
Los refugiados tibetanos de Nepal son una "patata caliente" para el país por sus continuas manifestaciones contra China, que adquirieron una dimensión especialmente notoria durante los Juegos Olímpicos de Pekín.
En cada reunión de funcionarios nepalíes con sus colegas chinos hay un punto de la agenda dedicado a las actividades de los refugiados tibetanos, y Nepal suele dar garantías de nula tolerancia frente a las actividades "antichinas" en su suelo.
Se supone que por presiones del gigantesco vecino, las autoridades nepalíes actuaron resueltamente contra las protestas, y estas remitieron, aunque en los últimos meses se produjo un nuevo repunte a raíz de los casos de inmolaciones de monjes en el Tíbet.
"No hay necesidad de que los chinos desconfíen. El Dalái Lama nos ha dicho que no hagamos nada que pudiera incomodar a Nepal", afirma el empresario tibetano, que atribuye a "infiltrados" los casos puntuales de violencia registrados en las manifestaciones.
Según Jaquemet, para estos tibetanos sin país la solución pasa por crear medidas especiales que tengan en cuenta "la particularidad del caso, los intereses de Nepal y el bienestar de los refugiados", y para ello hay que tener en cuenta también la opinión india.
"No aspiramos a la libertad del Tíbet -precisa otro líder de los refugiados- Lo que queremos es la protección de los derechos humanos, sociales y religiosos de los tibetanos del Tíbet".