jig ten (Wylie: ‘jig rten); en sánscrito: loka. Significa el mundo, en el sentido de este mundo o este planeta, con sus habitantes, y también lo “mundano” en oposición a lo espiritual.
La palabra jig ten está formada de jig (Wylie: ‘jig) que significa “destrucción” o “perecedero”, y ten (Wylie: rten) que significa “base” o “depender de”. Literalmente significa que el mundo es “la base perecedra de la que dependen los seres”.
En la descripción budista clásica del mundo, se habla del Monte Meru, rodeado de cuatro continentes con sus subcontinentes; el sol, la luna, las moradas de los dioses del reino del deseo, y el mundo de Brahma. Todos estos juntos constituyen un “sistema de mundo” (jig ten gyi kam; Wylie: ‘jig rten gyi khams; Sánscrito: lokadhatu). Mil millones de tales “sistemas de mundo” constituyen un “sistema de mundo de tercer orden”, que es el campo de actividad de un Buda Nirmanakaya supremo, tal como el Buda Shakyamuni.
El mudra de la ofrenda del Mandala simboliza un “sistema de mundo”, con su Monte Meru en medio y los cuatro continentes en las cuatro direcciones. Con este gesto, el practicante ofrece no solamente su propio cuerpo, méritos y posesiones, sino también las riquezas y bellezas del mundo entero.
De estos cuatro “continentes”, los seres humanos se encuentran en el continente sur, llamado dzam bu ling (Wylie: ‘dzam bu gling; Sánscrito: jambudvipa). En realidad la palabra “continente” no es muy adecuada; la noción de “ling” no tiene mucho que ver con la idea que tenemos de un continente geográfico. Tiene más sentido entender dzam bu ling como el planeta Tierra todo entero, y los tres otros “continentes” como otras realidades o campos de experiencia que no están accesibles a nuestra visión kármica. Los tibetanos se refieren habitualmente a la Tierra como dzam bu ling.
De los tres otros “continentes”, tiene cierta importancia el “continente norte”, llamado en tibetano chang dra mi ñen (Wylie: byang sgra mi snyan; Sánscrito: Uttarakuru), literalmente “el continente de los sonidos desagradables”. Se dice que sus habitantes disfrutan de buena salud y abundancia, y son naturalmente disciplinados, con lo cual están siempre satisfechos. Por ello, cuando un monje (de nuestro mundo) se ve obligado a transgredir alguno de sus votos menores (como el de no comer fuera de ciertas horas), debe visualizarse a sí mismo como un habitante de Uttarakuru para así “bendecir” la acción, y evitar crear apego.
Los ocho “dharmas mundanos” o “preocupaciones mundanas”, jig ten gyi chö gye (Wylie: ‘jig rten gyi chos brgyad; Sánscrito: ashta lokadharma) son:
Miedo a la pérdida y expectativa de ganancia;miedo al sufrimiento y expectativa de felicidad;miedo a la crítica y expectativa de alabanzas; ymiedo a la falta de reconocimiento y expectativa de fama.
En cuanto a la destrucción (jig pa; Wylie: ‘jig pa), se refiere a la cesación de cualquier objeto en el momento en que deja de existir como entidad, p.ej. como cuando un vaso se rompe o una madera se quema.
En las enseñanzas del Madhyamikalankara sobre la verdad relativa, donde se explica la impermanencia como característica importante de todo lo compuesto, se aclara que todas las cosas contienen ya en sí la causa de su propia futura destrucción; ésta no ocurre por una nueva causa que les sea ajena. Así, cuando un objeto deja de existir o es destruido (como p.ej en el momento de dar un martillazo a la taza), en realidad el martillo no es la causa de la destrucción de la taza, porque la taza al ser impermanente no necesita de ninguna causa externa para ser destruida. En todo caso se puede decir que el martillo es la causa de los trozos de cerámica que aparecen en el lugar donde hubo una taza.
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