Antes de dar tienes que ser

Antes de dar tienes que ser

Alfredo Sfeir Youniss



Cada actividad humana tiene su propia lógica interna.  A veces conocemos esta lógica, otras veces practicamos en nuestras vidas sin saber cómo alcanzar la máxima expresión de dicha actividad.  Este estado nos frustra, nos hace sentir disminuidos y, porqué no decirlo, nos hace sufrir inmensamente.  Pensemos, por un momento, que conociésemos todas las reglas y principios fundamentales para alcanzar el estado máximo de auto realización de la paz, del amor y de la compasión.  Estoy convencido que este mundo sería muy distinto.  Que la sonrisa en los labios y la alegría en el corazón no serían cosas forzadas sino una expresión totalmente natural de lo que somos.
En este ir y venir de frustraciones, algunas mayores y otras menores, caminamos dando o pidiendo encontrar estas reglas de oro, que en alguna parte deben estar.  Estas reglas de oro que nos harían llegar a aquella máxima expresión de la vida humana. 
Algunos damos poco pero pedimos mucho.  Otros pasamos casi todo el día, o una gran parte, rezando, meditando, o una actividad similar, con el sólo objetivo de pedirle a Alguien que nos ayude, que nos ilumine, y que al final de todo, que nos revele esa regla de oro que nos esta faltando.  Cuántas veces hemos caminado en la soledad de nuestro espíritu pensando: “ si sólo supiera cuál es la respuesta a esto o lo otro, sería tan feliz”.  Hay veces que uno se dice a sí mismo: “Por favor, concédeme esto una sola vez y después haré que todo cambie definitivamente”.
Lo más grave es cuando se nos ha dado la regla de oro y no la sabemos utilizar, o la utilizamos con propósitos que no son los mismos que forman las bases de esa confianza que fue depositada en nosotros en el momento en que se nos la dio.
Y así, seguimos pidiendo. 
Día a día, minuto a minuto: “Quisiera saber esa regla de oro; por favor concédemela aunque sea por unos minutos”
Hay otras personas que dan más de lo que piden.  Y a pesar de esta inmensa generosidad, tampoco tienen esa virtud de poseer la regla de oro.  Algunos de nosotros no pierden las esperanzas, y seguimos dando.  Otros la pierden y se frustran: “porque a mí me pasan estas cosas cuando yo hago esto y lo otro”.  Vivimos un estado esperando compensación por lo que se entrega, que en la práctica aparece no hacer justicia a las circunstancias, ni tampoco a lo que nosotros creemos esta en la base normal de lo que hacemos.
Ya hace algunos años me di cuenta que sin negar la gran importancia que el pedir y dar tienen en nuestras vidas materiales y espirituales  --y lo digo con mucha sinceridad-- hay otro estado que tenemos que explorar y expandir: El Estado del Ser. 
“Los resultados de dar y de recibir están directamente correlacionados con la naturaleza (pureza) y la capacidad (nivel de conciencia) del Ser. “

Dejen que explique esto por un momento.

El Dar.  Para que la generosidad manifieste sus frutos, tenemos que auto-realizarla primero.  Desde el punto del paradigma material de la transformación humana, el dar es traspasar una ‘cosa’ material o no material a otra persona, o a un conjunto de personas.  “Le di una monedita al ciego que se para frente a la puerta de la Iglesia, y aún mi petición no ha sido concedida”.  “Fui tan generosa con él o con ella y aun no me retribuye como yo lo esperaba”. Y tantas otras frases que demuestran cuán lejos estamos de entender y experimentar la realidad del dar.
A la base del dar esta la regla de oro de la “Intención”. 
Es la naturaleza y la pureza de tu intención la que determinara la trayectoria y el resultado de lo que das.  Es la intención, que no es otra cosa que conciencia en estado potencial, la que va a decidir si la flecha llega al centro del blanco.
He pasado ya muchos años trabajando con la realidad espiritual de la intención.  Aquellos que están cerca mío saben lo importante que es poder entender de que se trata esto de la intención, y del gran efecto que tienen los distintos niveles de ‘contaminación’ de dicha intención , paso a paso, minuto a minuto.  Si la intención es dar para el beneficio de nosotros mismos, la flecha nunca llegará a su destino.  Nuestro ego dominara dicha trayectoria. 
Debemos saber que la intención solamente se auto realiza en el ámbito de la vacuidad.  Y ese ámbito sólo genera los resultados sublimes que esperamos al dar, sólo si vivimos en un estado de total desapego y, por lo tanto, esperando sólo la nada.  Y, es en la nada donde finalmente auto realizamos todo.  Es dentro de la completa realidad totalizada del silencio, donde se gestan todos los estados de la conciencia.  
He aquí la regla de oro del dar: alcanzar un estado total de pureza en la intención al mismo tiempo de vivir con un total desapego.

El Recibir.  No hay duda que somos mendigos de la vida.  Somos mendigos permanentes en cada estado, en cada actividad, en cada momento. 
Si estamos vendiendo un auto, pedimos alcanzar el precio más alto.  Si estamos argumentando pedimos ganar el debate.  Si estamos enfermos pedimos sanación.  Si somos infelices pedimos a gritos la felicidad.  Si estamos tristes pedimos alegría lo mas rápido posible.  Si estamos felices imploramos que esta felicidad no se vaya.
Rezos, mantras, sutras, y ceremonias de todo tipo utilizamos para recibir lo que andamos buscando.
Desde el punto de vista del paradigma espiritual, esto no es recibir.  Sólo se recibe cuando se abren espacios donde no hay condiciones, ni tampoco cuando nuestra conciencia se focaliza en los resultados propiamente tales.  La verdadera auto realización del recibir reclama una regla de oro fundamental que está a la base del título de este pequeño artículo: tiene que haber una congruencia, una asimetría, entre lo que queremos recibir y nuestro estado del Ser.
Pensemos por el momento que quisiera recibir un saco de cuarenta kilos en mis brazos.  Es esencial que tenga una capacidad física para recibirlo.  De lo contrario esto me lesionará y perderé los beneficios de recibir ese saco.  Si quisiera recibir treinta mil litros de agua cristalina, no puedo usar solamente las manos, ya que el agua se derramará en el suelo, y me quedará sólo un sorbito.  En ese caso, sólo debería pedir un sorbito para no desperdiciar esa agua que podría regar el alma de muchas personas.  Si quisiera recibir alegría, necesito crear y tener las condiciones para recibirla, de lo contrario se me escapará a través de la piel como lo mas efímero que podamos experimentar.
Todo recibir tiene su simetría en el que lo recibe.
Cuánta gente está pidiendo todos los días que venga Dios literalmente a sus corazones.  Esto nunca será posible si no se está preparado para ello.  Si no somos el contenedor adecuado, se derramará Dios a través de nuestra existencia como el agua de las manos.
Es así como la gran regla de oro en la vida espiritual está en el desarrollo del Ser. 
Todo en la espiritualidad se reduce a aumentar nuestra capacidad, en mejorarnos a nosotros mismos, a nuestro Ser como elementos contenedores.  Si Dios viniese inmediatamente a mi, yo me quemaría como una bolsa de papel a la cual le cayó una bomba atómica!

Es por eso que Lama Gangchen Tulku Rimpoché nos enseña el mantra de la capacidad. 
Esta es una de muchas razones por las cuales repetimos: “Muni Muni Maha Muni, Shakya Muni Soha” .  Digo, “una de muchas razones” ya que hay un número grande de aspectos en nuestro mundo sutil al cual ese gran mantra transforma fundamentalmente.  Este es un mantra que algunos lo denominan  “el maha (gran) mantra”. 
He aquí la gran regla de oro: Si quieres mejores resultados en el dar o recibir, cultiva plenamente tu ser. 
El cultivar el ser no significa que tengas que detenerte en dar, y en el dar ahora y siempre.  Pero en dar trata de usar la regla de oro anterior.  Tampoco dejes de recibir, pero usa la otra regla de oro que está en los párrafos anteriores. 
Y, mientras das y recibes hace todo lo posible para desarrollar tu Ser.