domingo, 20 de mayo de 2012

EL MIEDO DENOMINADOR COMUN

Alberto Masegosa
Dharamsala (India), 20 may (EFE).- El miedo es el común denominador de los tibetanos que se refugian en la India, cuyo goteo es lento pero constante y han convertido a este país en el de mayor número de desplazados por la ocupación china de Tíbet.
Más de tres cuartas partes de los 120.000 exiliados tibetanos han encontrado un hueco en suelo indio, donde la mayoría mantiene una especie de pacto de silencio tras huir a través de la Cordillera del Himalaya en muchas ocasiones de manera clandestina.
El campamento de refugiados de Kanyara -cerca de Dharamsala, residencia del Dalai Lama y sede del Gobierno tibetano en el exilio, en el norte de la India-, sirve de ejemplo del escaso pero continúo flujo que se registra desde el vecino territorio chino.
Entre 600 y 700 refugiados pasan de media cada año por las instalaciones, en las que los desplazados se someten a revisión médica antes de regularizar su situación administrativa con las autoridades locales e iniciar una nueva vida fuera del centro.
Cuarenta internos había esta semana en el campamento pero pocos querían hablar, y eran aún menos los que permitían que se les hiciera fotos.
"Por cuestión de seguridad, para ellos el contacto con alguien del exterior es algo muy delicado. Tienen miedo. Temen que sus familias y amigos sufran represalias en el interior de Tíbet", explicó a Efe la subdirectora del campo, Mingyuk Youdon.
Youdon apuntó que en sus doce años de experiencia como funcionaria en Kanyara ha sido testigo de todo tipo de casos.
"He visto a algunos que han llegado con los pies congelados después de cruzar andando durante días el Himalaya", asegura.
"Para la mayoría -relata-, su primera escala es Nepal, en donde suelen entrar ilegalmente. En Katmandú, son atendidos por un centro de acogida de refugiados dependiente de la ONU, que los remite a Nueva Delhi, desde donde por último se les traslada aquí".
El trayecto descrito por Youdon es el que han recorrido los dos últimos llegados al campamento, que se identifican como Kunshok Samten, un monje de 31 años, y Tsewang Gurmey, un pastor de 21, y que afirman que se fugaron de Tíbet hace apenas quince días.
Ambos consintieron en hablar bajo la estricta condición de no que fueran grabados con ningún soporte audiovisual.
Procedente de la población de Rinochen, en el norte del territorio tibetano, Samten se limita a decir que "he venido a completar mis estudios religiosos porque en mi monasterio no podemos estudiar por las restricciones de las autoridades chinas".
"Los chinos nos obligan a seguir cursos de reeducación porque odian nuestra religión, que es base de nuestra identidad", añade.
Más locuaz, Gurmey sostiene que "he venido en busca de formación profesional y para estar cerca del Dalai Lama. En Tíbet no se puede vivir. Hay represión y no hay libertad. No se puede ir de una calle a otra sin que la policía pida que te identifiques".
"Están prohibidas las manifestaciones, no te puedes reunir con los amigos, no puedes expresar ninguna opinión, casi no te puedes ni mover. Incluso está prohibido enseñar o mostrar en público cualquier imagen en la que aparezca el Dalai Lama", denuncia.
El joven no tiene claro lo que hará en el futuro aunque anota que le gustaría tener un empleo "vinculado con la causa tibetana".
Gurmey alega que la situación es más que tensa en su pueblo, Tawo Deong, fronterizo con China y escenario de dos de la treintena de inmolaciones registradas desde el año pasado entre los tibetanos en protesta por la ocupación del gigante asiático. EFE
amg/msr

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