viernes, 28 de octubre de 2011

palabras

  • Hace poco tiempo visité el Museo de Cera de París, donde vi una estatua muy lograda del Dalai Lama. La estudié detenidamente desde todos los ángulos, ya que conozco muy bien a Su Santidad. Mientras estaba a un costado observando la figura, un chico y una chica se acercaron. La joven se arrodilló entre Su Santidad y yo mientras su acompañante enfocaba la cámara para sacar una fotografía. Como no quería meterme en medio, me aparté un poco. Inmediatamente la mujer pegó un grito y el chico de la cámara se quedó boquiabierto. Como la luz del museo era bastante tenue, habían pensado que yo formaba parte de la exposición: una figura de cera de un joven monje feliz junto al Dalai Lama.

  • En cuanto la pareja se recuperó del susto de ver que lo que parecía una estatua de cera cobraba vida de repente, nos reímos y nos separamos en un tono muy amistoso. Pero mientras seguía paseando por el museo, me di cuenta de que este breve encuentro revelaba, a pequeña escala, un aspecto muy importante y fundamentalmente trágico de la condición humana. La joven pareja se había acercado a la exposición del museo con expectativas tan claras y firmes que no se plantearon la posibilidad de que la situación pudiera ser distinta. Del mismo modo, la mayoría de las personas, llenas de todo tipo de ideas preconcebidas y creencias, suelen ignorar por completo que los hechos de la realidad puedan ser distintos.

  • Para comprender cómo es esta situación, debemos volver a las primeras enseñanzas que dio Buda después de alcanzar la iluminación. En realidad, la iluminación es algo bastante sencillo. Imaginen que habitualmente caminamos por una habitación oscura, chocándonos con mesas, sillas y demás muebles. Un día, por casualidad, rozamos un interruptor y se enciende una luz. De repente, vemos todo el cuarto, todos los muebles que contiene, las paredes, las alfombras. Y mientras los observamos, con cierto asombro por verlos por primera vez, nos percatamos de que el interruptor siempre estuvo allí. Simplemente, no se nos ocurrió la posibilidad de que la habitación pudiera estar a oscuras. Esta es una manera de describir la iluminación: encender la luz de un habitación donde hemos pasado gran parte de nuestra vida navegando en tinieblas.
Yongey Mingyur Rinpoché es un reconocido maestro tibetano de meditación. éste es, un fragmento de su libro La dicha de la sabiduría 

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