17 de agosto de 2009
00:27 El templo Sensoji es el centro neurálgico de Asakusa y principal motivo de visita para muchos turistas y devotos de todas partes de Japón, que una vez allí se ven atraídos por la artesanía de muchos establecimientos y sus curiosos "souvenirs".
Aunque la apariencia actual del templo es resultado de la reconstrucción realizada tras la II Guerra Mundial gracias a las donaciones del pueblo, el edificio original data del año 628, cuando fue encontrada una estatua de oro de Kannon, la diosa budista de la misericordia.
El hallazgo se atribuyó a dos hermanos que pescaban en el río Sumida, junto al actual barrio de Asakusa, y se dice que la representación de esa diosa liberaba a los humanos del sufrimiento.
Así, el templo Sensoji fue construido en honor a la diosa budista Kannon y se cree que su estatua todavía se encuentra en el interior del edificio: todo un misterio, ya que nadie en los últimos años ha sido testigo de ello.
UN CALDERO QUE SANA LAS ENFERMEDADES.
Todavía, después de tantos siglos, los fieles acuden a Asakusa para conservar su salud, algo que buscan también los visitantes en la puerta del templo ante el gran caldero de incienso que, según el budismo, cura las enfermedades.
Muy cerca se puede encontrar también una fuente en la que los devotos se enjuagan la boca y se lavan las manos, una de las tareas requeridas para entrar al templo, momento en el que hacen sonar una enorme campana.
Pero antes de cualquier otro ritual, la primera parada en la visita a Asakusa es la famosa puerta de Kaminari-mon, de la que cuelga un gran farol rojo y ante la que se fotografían cada día miles de personas.
Entre la prominente puerta y el edificio del templo se extiende la calle peatonal Nakamise, donde se pueden encontrar todo tipo de motivos japoneses, como sombrillas y muñecas orientales o reproducciones de grabados de estilo "ukiyo-e", como "La Gran Ola" del dibujante Katsushika Hokusai (1760-1849).
También el "kimono" y la "yukata", prendas tradicionales japonesas especiales para el verano, componen muchos escaparates de Asakusa, un lugar al que muchas jóvenes parejas acuden ataviados con esos diseños aunque no lo harían para ir a otro sitio de la ciudad.
OCHO FESTIVALES A LO LARGO DEL AÑO.
Los ocho festivales que acoge este barrio a lo largo de todo el año son siempre una buena excusa para lucir el traje tradicional japonés, que muchos fieles relacionan con la visita religiosa.
La cita más concurrida es "Sumidagawa Hanabi Taikai", los fuegos artificiales del 25 de julio sobre el río Sumida, que en la última ocasión congregó a cerca de un millón de personas.
El festival de samba en agosto, el festival de los Tres Templos o Sanja Matsuri en mayo o los festivales Tori-no-ichi y Hagoita-ichi en invierno son otros atractivos en el barrio de Asakusa.
Si bien durante todo el año se mantiene vivo, este distrito es más visitado en verano, cuya llegada es anunciada por el mayor mercado de flores de alquequenje (hozuki) de Japón, que se celebra durante dos días en julio.
En esas ocasiones, las calles de Asakusa se llenan de puestos de comida y bebidas y suelen aparecer grupos de gente haciendo sonar los tambores tradicionales nipones, conocidos como "taiko".
Para matar el hambre durante el paseo, los visitantes suelen degustar pepinos fríos para refrescarse en verano, "yaki-tori" o brochetas de pollo, bolitas de pulpo conocidas como taco-yaki y también okonomiyaki, una tortilla de verduras típica de Osaka (centro de Japón), aunque también abundan las tiendas de dulces.
Además de un importante centro de peregrinación para los fieles budistas, Asakusa concentra una rica actividad cultural heredada durante siglos.
Durante el período Edo o Tokugawa (1603-1868), durante el que Japón permaneció aislado del resto del mundo, Asakusa se convirtió en el principal centro de entrenamiento de Kabuki, teatro tradicional nipón, en las inmediaciones de la actual Tokio.
Durante la época de aislamiento en Japón, Asakusa perteneció, junto con otras zonas con gran afluencia diaria hoy día como Ikebukuro, al antiguo Shitamachi, la parte este de la ciudad en la que vivían las clases más bajas de la sociedad, en contraste con la riqueza concentrada en Yamanote, al otro lado del río.
Aunque ese concepto no perdura en la actualidad, las calles de Asakusa albergan un conjunto de bares donde se reúnen vecinos y conocidos, pequeños establecimientos familiares y parques, más propios de un tranquilo pueblo que de una metrópolis como Tokio.
Las cuidadosas conductas exentas de toda improvisación y la vestimenta formal que caracterizan a la mayoría de tokiotas queda totalmente olvidada para los vecinos de Asakusa, que se saludan a gritos desde un bar a otro e incluso regatean los precios de sus compras.
Además de todos sus festejos, que despiertan gran interés en los turistas, el barrio de Asakusa es además uno de los puntos de partida para el recorrido en barco por el río que concluye en la bahía de Tokio, lugar idóneo para una instantánea del impresionante "skyline" o paisaje de rascacielos de la capital.
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