jueves, 7 de octubre de 2010

La difícil cuestión de la conducta sexual

La difícil cuestión de la conducta sexual
Acepto el principio de adiestramiento de apartarme de malas conductas sexuales.
Con tranquilidad, sencillez y contento purifico mi cuerpo.

Las escrituras budistas apenas abordan el tema del sexo. Los monjes y monjas hacen voto de castidad y los códigos monásticos especifican, con todo detalle, qué actos excluye el voto, pero no se prescribe nada para aquellos que no viven en monasterios. Suele interpretarse este precepto como una reprobación de la violación, el adulterio y el secuestro, pero de hecho es mucho más que eso.

El sexo es importante para todo el mundo. El instinto sexual es muy fuerte y conduce a toda clase de comportamientos extraños. La cultura budista se caracteriza porque nunca ha intentado controlar la sexualidad mediante el sentimiento de culpa, como se observará al visitar algunos países de Asia. El budismo no discrimina a la gente por sus preferencias sexuales. Se puede ser heterosexual, homosexual, onanista, travestido o célibe. El budismo tampoco ha glorificado la familia nuclear. El matrimonio no es un sacramento budista sino, simplemente, un contrato social. Si se consideran las diferentes culturas budistas del mundo se observará que se aceptan socialmente la monogamia, la poligamia y la poliandria, las cuales se entienden como diferentes maneras de organizar la vida.

Lo importante es que el comportamiento sexual de uno no lastime a los demás ni se le conceda un valor desproporcionado al sexo. Vivimos en una cultura que da una importancia desmesurada al sexo, mismo que se convierte en el núcleo vital de muchas personas. Cuando un individuo busca refugio en las Tres Joyas, el sexo se desplaza del centro a la periferia de la vida y el apego a él disminuye. La tensión de la polarización y el deseo sexual aumentan la dualidad sujeto/objeto. En un estado de excitación sexual, la persona objeto del deseo es sólo eso, un objeto. Para muchas personas la conciencia nunca experimenta un estado de división ansiosa tal como cuando están excitadas sexualmente, sobre todo si el deseo queda frustrado. El estado contrario, el de complacencia, es decir, sentirse a gusto con uno mismo y con el mundo, no aparece mediante la satisfacción del deseo, sino debido a su eliminación.

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