En apenas una semana, el centro de China ha pasado de la sequía más absoluta a inundaciones que han causado más de 50 muertos y 40 desaparecidos. Un clima esquizofrénico que tiene al país desconcertado y que ha dejado en la ruina a decenas de miles de agricultores, pescadores y ganaderos que viven a orillas del Yangtsé, el río más largo de Asia, que recorre China como si fuera su médula espinal y aporta agua y alimento en abundancia para abastecer a gran parte del país.
Antes de que las lluvias torrenciales se adueñaran del centro de China, el país estaba inmerso en la peor sequía de los últimos 60 años. La estampa que presentaba el vivero de China era impactante. El caudal del río alcanzó mínimos históricos después de haber recibido hasta el 30% del volumen de lluvia habitual.
"La presa acarrea problemas que deben ser resueltos", reconoce Pekín
La sequía afectó a 36 millones de personas y más de cuatro millones tuvieron dificultades para abastecerse de agua potable. El problema es que la tan deseada lluvia ha aliviado la sequía, pero no ha solucionado la base del problema: las cosechas siguen arrasadas, la población está al borde de la ruina y el ecosistema de toda la región pende de un hilo. La situación es dramática y, en medio del desastre, un culpable suena cada vez con más fuerza: la presa de las Tres Gargantas, un enorme tapón asentado en el curso medio del Yangtsé que ha contribuido a desestabilizar la zona más fértil y rica en biodiversidad de China. Un proyecto faraónico que el Gobierno convirtió en símbolo de desarrollo en los años noventa y que ahora se le empieza a volver en contra.
Tan grave es la previsión de futuro que hasta Pekín reconoció días atrás, cuando la sequía empezaba a alcanzar proporciones bíblicas, que la presa acarrea "problemas urgentes que deben ser resueltos, desde la correcta reubicación de los habitantes afectados hasta la prevención de desastres ecológicos y geológicos". El Consejo de Estado, por su parte, indicó que "surgieron varios problemas durante la planificación y construcción [terminada en 2006], pero no pudieron ser resueltos inmediatamente debido a las condiciones de cada momento". Una admisión de culpa histórica, pues hasta la fecha cualquier crítica a las Tres Gargantas, el proyecto hidrológico más grande y caro del mundo (18.000 megawatios de potencia y 20.000 millones de euros), era tomada como una afrenta al régimen y castigada con la brutalidad que reciben los disidentes.
El caudal del río Yangtsé está disminuyendo por la construcción
"Hay varios problemas que no se contemplaron en el diseño del proyecto y que aparecen ahora, al cabo de una década. Creo que la mejor lección que China puede sacar de la presa de las Tres Gargantas es cómo evitar que otro megaproyecto vuelva a tener efectos devastadores de los que luego tengamos que arrepentirnos", indica Li Yan, especialista en energía de Greenpeace China. El Gobierno está construyendo decenas de instalaciones energéticas, presas en muchos casos, y, según Li, las Tres Gargantas se está tomando como "referencia de lo que no se debe hacer". Algunos analistas políticos incluso insinúan que Hu Jintao y Wen Jiabao, presidente y vicepresidente de China, quieren distanciarse de un proyecto que heredaron y con el que no están del todo de acuerdo."Las Tres Gargantas ha causado buena parte de los problemas derivados de la sequía", sentencia Wang Yong-chen, fundadora de Green Volunteers, una de las organizaciones medioambientales chinas más activas. "Sus cisternas están llenas de residuos y contaminan todo el agua de la presa, y esta a su vez impide que discurra el agua a lo largo del Yangtsé. La que cae lo hace sin apenas sedimentos y cuando las compuertas se abren y arrojan toneladas de agua para aliviar la sequía, los márgenes del río no la asimilan y empeoran aún más el problema", detalla, antes de añadir como perjuicios un "aumento en las enfermedades originadas en el agua" y "la reducción de la biodiversidad", ya que la región en la que se asienta la presa es el hogar de miles de plantas y animales autóctonos.
Riesgos del agua
A eso hay que sumar el riesgo de desastres ecológicos que conlleva semejante cantidad de agua (660 kilómetros de longitud). Principalmente los corrimientos de tierras, que han terminado con la vida de casi un centenar de personas en los últimos años; luego, la posibilidad de inducir terremotos, ya que la presa se asienta sobre dos importantes fallas geológicas. De hecho, algunos ingenieros culpan a los centenares de presas repartidas por el país de haber instigado al menos 19 terremotos en el último medio siglo. "Debemos mantener la guardia. No podemos sacrificar el entorno por un simple beneficio económico temporal", llegó a afirmar en 2008 Wang Xiaofeng, supervisor del proyecto de las Tres Gargantas para el Consejo de Estado, máximo órgano político del país.Las profecías hechas en 2003 por la ecologista Ping Xie, de la Universidad de Wuhan, se están haciendo realidad ocho años después. Ping denunció que la presa reducía el caudal del Yangtsé y provocaba la fragmentación de cientos de lagos y afluentes, lo que dificultaba la subsistencia de los peces y plantas acuíferas. También aceleraba, a su juicio, la desertización de las regiones más fértiles de China. Antes de las lluvias, los lagos Poyang y Dongting, los más grandes del país, estaban a un 20% de su volumen normal, y el riesgo de que se sequen completamente en los próximos años es elevado.
Al mismo tiempo, varias especies de animales y plantas corren peligro de extinción. "A corto plazo, seguiremos viendo a los animales habituales en su entorno, pero a largo plazo sólo podremos verlos desaparecer", advirtió Ping, en referencia a que el proyecto está alterando los patrones de reproducción de peces y aves.
El futuro no invita a la esperanza: según fuentes oficiales, la presa ha reducido a la mitad el caudal del Yangtsé, un río vital en el equilibrio de China, donde se produce el 65,7% de todo el arroz que se consume en el país y buena parte de las reservas de pescado de agua dulce. Miles de agricultores y piscicultores están desesperados, y el éxodo hacia la ciudad empieza a ser constante.
"Es imposible saber cuánto del daño hecho podrá ser subsanado", advierte Li, de Greenpeace. "Pero lo que sí es un hecho es que la sequía se convertirá en un problema crónico en toda la región, y los agricultores deberán añadir a su planificación de inundaciones otra más referente a las sequías. El Gobierno debe actuar de inmediato", considera. En concreto, Li urge a renovar los sistemas de irrigación de todo el país, totalmente obsoletos e ineficientes, además de aprobar planes nacionales para reducir drásticamente los niveles de contaminación.
Entretanto, Pekín ya ha anunciado un plan de emergencia para tratar de sufragar parte de los 2.000 millones de euros en pérdidas que ha supuesto la sequía, una tragedia que las lluvias torrenciales no han hecho más que agravar.
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