1 CUENTO DEL VALLE ENJOYADO DE LA ROCA ROJA
Reverencia a todos los gurús
Una vez, cuando el gran yogui Milarepa residía en el Castillo del Águila en el Valle Enjoyado de la Roca Roja, aunque absorto en la meditación del Mahamudra, sintió hambre y decidió prepararse algún alimento, pero después de buscar vio que nada quedaba en aquella cueva, ni agua ni combustible; menos sal, aceite o harina. "¡Parece que he descuidado demasiado las cosas!", dijo. "Debo salir a recoger un poco de leña."
Salió pues, pero cuando ya tenía reunido un manojo de chamizas se desató intempestivamente una tormenta con vientos tan fuertes como para desparramar las chamizas y desgarrar su ropa ya raída. Mientras trataba de detener su vestido, volaban los leños; cuando intentaba juntar la madera, volaba su ropa. Frustrado, Milarepa pensó: "A pesar de que he practicado el dharma y he vivido en soledad por tanto tiempo, ¡aún no estoy desembarazado de apegos egoístas!, ¿qué utilidad puede tener la práctica del dharma si no podemos dominar los apegos del ego? ¡Dejaré que el viento vuele mi ropa si es su gusto!" Pensando así, dejó de resistir, pero debido a su debilidad por la falta de alimentos, no pudo ya tenerse en pie, y cuando sopló de nuevo otra racha de viento, cayó desfallecido.
Cuando volvió en sí, ya había pasado la tormenta. Arriba, en la rama de un árbol, vio un jirón de su vestido mecido por la suave brisa. Notoria se hizo a Milarepa la futilidad de este mundo y de todos sus asuntos, y se sintió invadido de un fuerte sentimiento de renunciación. Sentado sobre una roca, nuevamente meditó.
Pronto se levantó, desde el Valle de Dro Wo, un enjambre de nubes blancas en viaje hacia el remoto Este. "Bajo ese banco de nubes yace en el templo de mi gurú Marpa, el Traductor", musitó Milarepa. "En este mismo momento Él y Su esposa predicarán la doctrina del Tantra dando a mis hermanos iniciaciones e instrucciones. Sí, allí está mi gurú. Si pudiera ir hasta allí, ahora mismo, podría verlo." Y una nostalgia infinita e insoportable surgió en su corazón a medida que pensaba en su gurú. Sus ojos se llenaron de lágrimas y comenzó a cantar Pensamientos a mi Gurú:
Pensando en Ti, Padre Marpa,
despejo mis sufrimientos.
Yo, el mendigo, canto ahora esta canción fervorosa.
Sobre el Valle Enjoyado de la Roca Roja, allá en el Este,
flota un haz de nubes blancas;
abajo, como elefante encabritado,
se eleva inmensa la montaña.
Junto a ésta, como un león que salta, descuella otro pico.
En el templo del Valle de Dro Wo, descansa un gran asiento de piedra;
¿quién está entronizado?,
¿es Marpa el Traductor?
Si ése eres Tú, estaré feliz y contento.
A pesar de mi escasa reverencia, deseo verte;
a pesar de mi poca fe, deseo unirme a Ti;
mientras más medito, más añoro a mi gurú.
¿Aún vive contigo Dagmema, Tu esposa?
A ella estoy más agradecido que a mi madre.
Si ella está allí me sentiré feliz y contento;
a pesar de ser larga la jornada, deseo verla;
a pesar de los peligros del camino, deseo unirme a ella.
Mientras más ¡contemplo, más pienso en Ti,
mientras más medito, más pienso en mi gurú.
¡Cuan feliz sería si pudiera unirme a la reunión!,
en la cual han de estar predicando el Tantra Hevajra.
A pesar de ser simple de mente deseo aprender,
a pesar de ser ignorante, añoro recitar;
mientras más contemplo, más pienso en Ti,
mientras más medito, más pienso en mi gurú.
Ahora has de estar dando las cuatro iniciaciones simbólicas
de transmisión oral.
Si pudiera reunirme a la asamblea estaría
feliz y contento.
A pesar de mis pocos méritos, deseo ser iniciado;
a pesar de ser tan pobre para ofrecerte algo, lo deseo;
mientras más contemplo, más pienso en Ti,
mientras más medito, más pienso en mi gurú.
Ahora has de estar enseñando las seis joyas de Naropa;
si pudiera estar allá, estaría feliz y contento,
a pesar de mi poca diligencia, siento necesidad de aprender; a
pesar de mi poca perseverancia, deseo practicar,
mientras más contemplo, más pienso en Ti,
mientras más medito, más pienso en mi gurú.
Allí han de estar los hermanos de Weu y de Tsang;
si es así, me siento feliz y contento.
A pesar de que mi experiencia es inferior me gustaría
compararla con la de ellos;
a pesar de que gracias a mi profunda fe y veneración
nunca he estado apartado de Ti,
ahora estoy torturado por la necesidad de verte;
este anhelo ferviente es mi agonía,
este gran tormento me sofoca;
te ruego, gurú misericordioso, me liberes de este tormento.
No había terminado aún su canto Milarepa cuando el reverendo Jetsun Marpa apareció en el haz de nubes iridiscentes que lucían como traje de cinco colores. Con el semblante bañado en una refulgencia celestial y cabalgando un león ricamente enjaezado se le acercó.
"Gran brujo, hijo Mío, ¿por qué —le preguntó— me has llamado desesperadamente? ¿Por qué luchas de esta manera? ¿Acaso no tienes fe en tu Buda protector? ¿Te atrae el mundo exterior y el pensar en él te perturba? ¿Ululan en tu cueva los vientos mundanos? ¿El miedo y la ansiedad han minado tu fuerza? ¿Acaso no has ofrecido tu servicio constante al gurú y a los Tres Inmaculados en las alturas? ¿No has dedicado tus méritos a las criaturas sensibles en los Seis Reinos? ¿No has alcanzado tú mismo ese estado de gracia en el cual puedes purificar tus pecados y obtener méritos? No importa cuál sea la causa, puedes estar seguro de que nunca morirás. Así pues, por el bien del dharma y el bienestar de las criaturas sensibles, continúa tu meditación."
Inspirado por esta sublime y gozosa visión, Milarepa en respuesta cantó:
Cuando miro el semblante de mi gurú y escucho Sus palabras,
yo, el mendigo, me siento conmovido por el prana en mi corazón.
En él surgen el respeto y la reverencia
al recordar las enseñanzas de mi gurú.
Sus bendiciones compasivas me penetran;
todos los pensamientos destructivos se desvanecen.
Mi sincero canto intitulado Pensamientos sobre mi Gurú
seguramente fue escuchado por Ti, Maestro mío;
sin embargo, aún estoy en la oscuridad.¡Te ruego tengas piedad de mí y me des Tu protección!
Perseverancia inquebrantable
es la más alta ofrenda a mi gurú.
El mejor modo de agradarlo
¡es continuando la difícil empresa del meditar!
Residir solo en esta cueva
es el más noble servicio a las Dakinis;
ser yo mismo devoto del sagrado dharma
es el mejor servicio prestado al budismo.
Dedicar mi vida a la meditación es
¡ayudar a mi desamparada criatura individual!
Amar la muerte y la enfermedad es una bendición
mediante la cual se limpian los propios pecados;
rechazar les alimentos prohibidos ayuda
a alcanzar realización y esclarecimiento;
para reparar las deudas que tengo con mi padre gurú,
yo medito, medito una y otra vez.
Oh, gurú mío, protégeme;
ayuda a este mendigo para que siempre permanezca en la ermita.
Exaltado recogió Milarepa sus ropas y se llevó a la cueva un haz de leña. Al encontrar dentro de ella cinco demonios hindúes con ojos tan grandes como sartenes se espantó. Uno estaba sentado en su cama y predicaba, dos escuchaban el sermón, otro preparaba y ofrecía alimentos, y el último estudiaba en los libros de Milarepa.
Tras su primer impacto, Milarepa pensó: "Han de ser apariciones de las deidades locales que no me quieren. A pesar de que tengo tanto tiempo viviendo aquí, nunca les he ofrecido nada ni he sido cortés con ellas". Luego comenzó a cantar un lisonjero Canto Galante a las deidades del Valle Enjoyado de la Roca Roja:
Este solitario paraje donde se alza mi choza
es sitio grato a los Budas;
lugar en que moran seres realizados,
refugio en que vivo yo solo.
Sobre el Valle Enjoyado de la Roca Roja
se deslizan las nubes blancas,
abajo fluye gentil el río Tsang;
entre ambos, los giros de los buitres salvajes,
el zumbido de las abejas embriagadas de fragancia
entre las flores;
en los árboles, los pájaros suben y bajan con rápido vuelo y
llenan el aire con sus cantos.
En el Valle Enjoyado de la Roca Roja
los gorrioncillos aprenden a volar,
los monos saltan y se balancean
y las bestias corren y se desbocan
mientras yo practico las Dos Mentes-Bodhi
y gozo meditando.
Ea, pues, demonios, fantasmas y dioses,
amigos todos de Milarepa,
beban el néctar de bondad y compasión
y regresen a sus moradas.
Pero los demonios hindúes no se desvanecieron y encararon siniestramente a Milarepa. Dos de ellos avanzaron, uno haciendo muecas y mordiendo su labio inferior, y el otro, rechinando sus dientes horriblemente. Un tercero se levantó tras ellos y echó una maligna y violenta risotada gritando en voz alta, mientras todos trataban de atemorizar a Milarepa con muecas y gestos terroríficos.
Conociendo Milarepa sus motivos demoníacos comenzó la meditación del Buda iracundo y recitó con mucha energía un encantamiento poderoso. Aún así, los demonios no se iban. Entonces con gran compasión, Milarepa les predicó el dharma; sin embargo, allí permanecían.
Finalmente Milarepa declaró: "Gracias a la misericordia de Marpa he comprendido plenamente que todos los seres y fenómenos son de la propia mente. La mente en sí es una transparencia del vacío, entonces ¡ cuan grande es la inutilidad de todo esto y cuan necio soy al tratar de dispersar físicamente estas manifestaciones!"
Luego Milarepa entonó con ánimo intrépido el Canto de la Realización:
Padre gurú que has conquistado los cuatro demonios,
ante Ti, Marpa el Traductor, me inclino.
Yo, a quien ves, el hombre con un nombre,
hijo de Darsen Gharmo,
fui nutrido en el vientre de mi madre
completando las tres venas.
De bebé dormí en mi cuna,
de joven cuidé la puerta,
de hombre, vivo en la montaña.
Aunque en el pico nevado la tormenta sea recia,
nada temo;
¡aunque el precipicio sea escarpado y peligroso,
no temo!
Yo, a quien ves, el hombre con un nombre,
soy hijo del Águila de Oro
eché alas y emplumé en un huevo.
De niño dormí en mi cuna,
de joven cuidé la puerta,
de hombre vuelo al cielo;
aunque el cielo es enorme y alto, no temo;
aunque el camino es pendiente y angosto, no temo.
Yo, a quien ves, el hombre con un nombre,
soy hijo de Nya Chen Yor Mo, rey de los peces;
en el vientre de mi madre mis ojos dorados giré.
De niño dormí en mi cuna,
de joven aprendí a nadar,
de hombre me zambullo en el gran océano;
aunque las rugientes olas sean aterrorizantes, no temo;
aunque abunden anzuelos para atrapar peces, no temo.
Yo, a quien ves, el hombre con un nombre,
soy hijo de los Lamas Ghagyu;
la fe creció en el vientre de mi madre,
de bebé entré por la puerta del dharma,
de joven estudié las enseñanzas del Buda,
de hombre vivo solo en cuevas;
aunque se multipliquen demonios, fantasmas y diablos, no temo.
La zarpa del león de nieve nunca se congela
si no, qué utilidad tendría
llamar "rey" al león,
él, que tiene los Tres Poderes Perfectos.
El águila nunca cae del cielo;
si así fuere, ¿no sería un absurdo?
Un bloque de hierro no puede ser partido por una piedra.
Si así fuere, ¿cuál refinamiento tendría el hierro?
Yo, Milarepa, no temo ni a los demonios ni al mal;
si ellos asustaren a Milarepa, ¿de qué utilidad
seña su realización y esclarecimiento?
Ea, fantasmas y demonios, enemigos del dharma,
les doy la bienvenida,
¡es un placer recibirlos!
Les ruego se queden, no tengan prisa por irse,
discurriremos y jugaremos juntos;
aunque deban irse, quédense por esta noche,
apostaremos al dharma negro y al dharma blanco,
y veremos quién juega mejor.
Antes de venir juraron afligirme;
vergüenza y desgracia padecerán
si regresan con el voto incumplido.
Milarepa se levantó confiado y se lanzó contra los demonios en su cueva. Atemorizados, ellos retrocedieron, girando sus ojos con desesperación y temblando violentamente. Luego se arrollaron entre sí como un torbellino y fundiéndose en uno solo se desvanecieron.
"Éste fue el Rey Demonio Vinayaka, el obrador de obstáculos, que vino en busca de oportunidades", pensó Milarepa. "También la tormenta fue sin duda creación suya; por la misericordia de mi gurú no tuvo ocasión de dañarme." Esta historia relata el ataque del Rey Demonio Vinayaka; tiene tres sentidos diferentes y por lo tanto, también puede llamarse: "Los seis modos de pensar en mi Gurú", "Cuento del Valle Enjoyado de la Roca Roja" o "Historia de Milarepa recolectando madera".
Después de esto, Milarepa experimentó un progreso espiritual inconmensurable.
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