6.000 nómadas tibetanos más se enfrentan a la reubicación forzosa
El gobierno chino informó ayer domingo a través de sus medios de comunicación oficiales que ha “ayudado” a trasladar a unos 6.000 tibetanos nómadas de 1300 familias del condado de Gyalthang, en la provincia china de Yunnan, a viviendas fijas, una práctica habitual del gobierno para tener controlados a los tibetanos nómadas y muy controvertida, ya que según grupos de Derechos Humanos se cometen graves abusos.
La relocación forzosa de tibetanos nómadas en la llamada “Region Autónoma del Tíbet” y en áreas próximas del Tíbet histórico, como las provincias de Sichuan, Gansu y Qinghai, además de Yunnan, empezó en el año 2000 y se ha vuelto más frecuente desde 2003. Es una práctica parecida a la que tuvo lugar durante los siglos 19 y 20, cuando se obligó a los nómadas nativos norteamericanos a vivir en reservas.
Se dice que los traslados masivos están relacionados con los esfuerzos de Pekín de desarrollar la China occidental, más pobre, para acercarla a la China oriental, más próspera. Desde entonces, según aseguran observadores de los Derechos Humanos, China ha estado obligando a los nómadas tibetanos a establecerse de forma fija en núcleos urbanos -que a menudo son auténticos guetos aislados en las llanuras sin apenas infraestructuras- para explotar los terrenos, dejándoles sin ningún medio para ganarse la vida, ya que se han dedicado a la ganadería itinerante desde hace generaciones.
Las reubicaciones se dispararon en vistas a los Juegos Olímpicos de 2008 y a los millones de turistas que visitarían la zona. Según el gobierno chino, era para proteger el medio ambiente y mejorar las condiciones de vida de los nómadas. Únicamente entre 2006 y 2007, el gobierno trasladó a 250.000 granjeros y nómadas tibetanos, prácticamente una décima parte de la población total, a las nuevas “aldeas socialistas”. Pero según se ha observado, a menudo fueron ellos mismos quienes fueron obligados a correr con los gastos de construcción de unas nuevas viviendas que no querían. Así, fueron forzados a abandonar su estilo de vida tradicional cayendo en una espiral de frustración y desesperación, incapaces de ganarse el sustento de formas que jamás habían puesto en práctica.
Los traslados también suponen que la gran mayoría de los animales, que los tibetanos poseen en propiedad, deben ser sacrificados. Junto con esta pérdida, la comodidad de las nuevas viviendas deja mucho que desear y encontrar empleo es imposible debido a la falta de conocimientos y formación, aseguraba Human Rights Watch en un informe publicado en junio de 2007. Otros nómadas son obligados a abandonar las tierras en las que siempre han subsistido para dejar sitio a la construcción de embalses o carreteras.
China dice que su presencia en Tíbet ha significado la modernización de la región. Sin embargo, los críticos insisten en que lo único que consigue China con su modernización del Tíbet es prohibir la libertad de expresión, la libertad religiosa y el recorte de oportunidades en un país que, en apenas 50 años, ha pasado de ser un auténtico paraíso a ejemplo perfecto de absoluta catástrofe ecológica.
Fuente: Dossier Tibet, Human Rights Watch, ¡Libertad Para Tíbet!
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