Juegos psicológicos
Por Andrés Silva Haro
Última modificación: 10 de diciembre de 2009 | Descargar en formato PDF
En guerra psicológica uno de los juegos favoritos de la izquierda es jugar al miedo/simpatía. Y, por supuesto, a la falsa oposición. Las reglas son sencillas. Si después de intentar persuadirle y de agotar todos los sofismas posibles quieren que usted haga algo que naturalmente usted no acepta, le presentarán dos opciones: o acepta su propuesta o se cumplirán sus peores pesadillas. La falsa oposición es más común de escuchar: o es de ellos o es un monstruo terrible.
Sade sale a jugar
Imagine que, por ejemplo, desean arrebatar su vivienda. Primero tratarán de convencerle de que es un acto egoísta poseer algo mientras otros no poseen nada, le bombardearán con imágenes escogidas de situaciones extremas de desamparo, etc. Recuerde que el arma favorita y predilecta de las izquierdas es la CULPA. Primero intentarán hacerle sentirse culpable.
Si practica algún tipo de fe, distorsionarán su sentimiento religioso hasta hacerle sentir que contradice su fe… al no seguir los pasos de la izquierda. Si la fe no es su fuerte bombardearán su conciencia cívica con imágenes chocantes que irriten su sentido de justicia. Así es como se enciende un fuerte sentimiento de culpa que predispone a las propuestas izquierdistas de “reparación de la injusticia”. Ellos escogen el ejemplo y las pruebas que apoyan sus “soluciones”. Usted sólo siente la culpa y, sin pensarlo, un día se ve de lleno pensando y deseando a su estilo lo que antes rechazaba.
Pero supongamos que por su preparación intelectual o sentido de la realidad, no cae en los juegos psicológicos. Por ejemplo, su sentido crítico no le lleva a aceptar las “demostraciones” fabricadas para obligarle a usted a aceptar sus ideas.
El juego se hace más interesante. En tanto no sirvió la estrategia de tortura psicológica a través del dolor de la culpa hasta que “suelte” sus principios y acepte a la izquierda, se servirán del viejo juego del “bueno y del malo”. ¿Ha visto en las películas el juego de extorsión donde, por ejemplo, un agente “malo y agresivo” intimida a la víctima mientras otro se muestra “bueno y generoso”? Bien. El agente “bueno” se muestra “comprensivo” y consigue las cosas “por las buenas”, y si no… el malo vendrá y él no podrá evitar las consecuencias. El agente “bueno” comienza a extraer información sensible a través del juego de complicidad conocido como “yo te entiendo”. Se muestra en un “aspecto humano” y hasta comprensivo, casi del mismo lado pero que “por las circunstancias del momento debe cumplir un papel desagradable”. La víctima cede a la presión psicológica por el miedo al agente “malo-agresor”.
Si finalmente usted escapase de la sala de torturas, el tercer juego se activa. Se crea una falsa oposición. Si no es de ellos, es una aberración “contraria”. Es como cuando entre adolescentes se obligan a actuar de una determinada manera o, por ejemplo, dudan de su virilidad. O fuman, se drogan, hacen o no hacen “eso” o no son “machos”. A su escala, no serlo es una “aberración” y la única alternativa elogiable es hacer lo que el grupo pide. Un grupo que, si penetramos mejor en sus psicologías, está movido por un par de alborotadores y secundado por “entusiastas” compañeros de aventuras que actúan así por miedo a “no ser machos”. Es más: muchas veces es tan grande el temor a no ser calificados como “aberración” que los menos partidarios suelen ser los más feroces perseguidores de los “disidentes”, como si de esta manera probasen, en este caso, su “hombría”. Quienes investigamos en el campo de la psicología conocemos la fuerza de la culpa expresada en el axioma “no hay peor perseguidor que el que se siente perseguido”.
“Ni mío ni tuyo sino todo lo contrario”
En el caso de la vivienda, por haberse opuesto a la manipulación a través de la tortura psicológica mediante el sentimiento de culpa, se le amenazará con el “agente malo-agresor”. Lo escuchará muchas veces: si no se toman “medidas sociales” como la confiscación de los bienes y su repartición “igualitaria”, por ejemplo, debemos esperar el surgimiento de acciones terroristas, el levantamiento popular, el aumento de la delincuencia o el auge de la violencia. Para evitar “la amenaza”, cederemos un punto a su ideario rojo. Y luego otro, porque el “monstruo” no se ha calmado. Y luego otro más. La misma tortura psicológica sirve para justificar concesiones separatistas y los nuevos “proletariados”, es decir, las colectividades “oprimidas” por el “sistema”.
Si la extorsión mafiosa no diese resultado, siempre queda la tercera opción: si usted no cede a la tortura de la culpa ni a la amenaza de los matones, queda al otro lado de la contienda convertido en un “monstruo”. Los ejemplos de la tercera vía de tortura psicológica (presión por desesperación) abundan: o “izquierda” o “nazi”, o “socialista” o “capitalista”, o “popular” o “elitista”, o “progresista” o “ultra”, o “relativista” o “autoritario”, o “abierto” o “cerrado”, o “demócrata” o “dictatorial”, etc. Las falsas contraposiciones no tienen fin. Y pueden seguir creándose a conveniencia de las izquierdas donde frecuentemente su auto denominación sea intencionalmente ambigua: un sentido público y otro privado.
Un ejemplo práctico será la tan predecible reacción a esta obra: denunciar el terror rojo será respondido como “una defensa del capitalismo explotador” o bien como “una justificación nazi-fascista”. En otras palabras, el propósito esclarecedor y reparador del contenido de la obra, sus denuncias y sólida documentación quedan “invalidados” por ser “defensas de la explotación capitalista”, “un servicio al neoliberalismo criminal”, “una acción nazi-fascista”, etc.
No crea el lector incauto que al decir esto pretenden ignorar lo sostenido en la obra. Por el contrario: concientes del peso de su contenido, su intento será acallar la legítima indignación del lector y la exigencia de justicia y respuestas a los responsables tanto de los crímenes como de quienes callaron, cooperaron o combatieron a quieren impedían sus acciones criminales. ¿Cómo acallar la indignación? Con sus juegos psicológicos. Intentarán hacer dudar al lector de la legitimidad de su indignación haciéndole sentir culpable, o amenazándole con una eventual agresión de los “duros” por “culpa” de esta obra o, finalmente, situándole “al otro lado” con falsas oposiciones. Contando, obviamente, con que el “opuesto” es una caricatura burda que - recortada y pegoteada a su antojo - sirve a sus intereses.
Reacciones previsibles: evadir, atacar, confundir
Recomendamos al lector no seguir el juego psicológico de las izquierdas. No intente justificarse ante un falso dilema. Si lo hace, sólo conseguirá cooperar con la habitual evasión izquierdista. Jamás conseguirá una respuesta clara de su responsabilidad en los crímenes, maldad y represión, ni de por qué cooperaron o siguen apoyando el mayor holocausto de la historia de la humanidad. Mucho menos logrará una respuesta por parte de quienes cooperaron “tranquilizando” a la población respecto a la criminalidad roja o combatiendo a los criminales. Lo que sí logrará es verse amordazado por falsos dilemas y amenazas mafiosas en un grado que apunta incansablemente al claro objetivo de llevarle a perder la verdadera perspectiva y proporción de las cosas.
Para combatir la desnutrición no hace falta dividir una obra dedicando la mitad de la investigación al problema de la obesidad. Por evitar el enfado de los rojos no excederemos los límites de este trabajo abundando en los abusos de algunos empresarios, injuriando así a la enorme mayoría de gentes honradas que dirigen honestamente sus empresas, muchas veces a costa de grandes riesgos y sacrificios personales. Semejante ofensa dirigen las izquierdas con sus argumentos racistas y anti-pobres. Frente a los ojos de “lo amigos del pueblo” todo pobre se convierte en delincuente y todo indígena en terrorista, como si el estado o nacimiento de una persona determinase su futuro criminal. Ofensa gravísima es esta, sobretodo para quienes a costo de grandes esfuerzos revirtieron las duras condiciones de carencias al nacer y brindaron a sus familias mejores condiciones de vida, legítima aspiración que sin duda alguna desearían facilitar a sus semejantes.
“Abusus non tollit usum”, dice el adagio latino. Y es verdad: el abuso no suprime el uso. Los vicios humanos que abusan de los principios legítimos de la propiedad privada, de la libertad o de la libre iniciativa no les invalidan sino que les refuerzan por exceso. Los mandamientos mismos son límites virtuosos, por ejemplo, al derecho de propiedad. Mandan tanto no robar como no codiciar los bienes ajenos. Demonizar al sistema de propiedad privada y libre iniciativa aludiendo a los abusos es injusto, difamatorio y manipulador. No es eliminando el sistema sino promoviendo la virtud que se corrigen los excesos… Como es midiendo lo que comemos que evitamos la gordura, y no suprimiendo el alimento. A menos que por recelar de la libertad no pueda pensarse sin un sistema carcelario, una regulación hasta de los actos más íntimos y personales de las personas y un estado policiaco que persiga a los infractores.
Quien desee desarrollar una obra como la presente pero contraria para contentar los juegos psicológicos de las izquierdas goza de plena libertad – a la que firmemente creemos y defendemos – de escribir y probar cuanto se desee. Pero no se pretenda con eso invalidar lo dicho en nuestro trabajo. El principio más elemental de las ciencias y de la filosofía exige paridad de términos. Si acusamos, que se responda la acusación. Si probamos, que se pruebe lo contrario de lo que sostenemos. Con igual seriedad en fuentes y pruebas.
Podemos, si así se solicita, debatir sobre los abusos – indudables, condenables y lamentables – de los principios legítimos que hemos enunciado. No tememos ni nos deja de interesar un debate sobre el tema. Pero no se evitará con eso que las acusaciones sobre los crímenes rojos queden sin contestar. No se responde cambiando de tema o señalando la mala dieta del juez para evitar el juicio por un robo de gallinas. Cada cosa en su término y proporción.
Otro asunto será, por supuesto, si se desean justificar los baños de sangre y el horror del terror rojo como respuesta a los abusos de los ricos y famosos. Por esa vía el lector puede juzgar por si mismo el tenor del debate.
Fascistas rojos
Dejamos para el final una de las más pintorescas – y descaradas, como se verá a continuación – falsas oposiciones lanzadas por las izquierdas a quienes no concuerden con sus ideas. No coincidir con los “defensores de la libertad de expresión” equivale a ser “nazi” o “fascista”. Obviamente, si además el lector se declara anticomunista, el mote viene acto seguido.
No se trata sólo de semántica para probar que el internacional socialismo y el nacional socialismo son paridos por la misma loba roja. Pocos festines son más alegres para la izquierda que perderse en interminables diferenciaciones bizantinas entre sus facciones y los énfasis de cada una, con ese amor fetichista por siglas y claves semánticas: “social”, “democracia”, “cristianos”, “república”, “popular”, “radical”, “liberación”, “ortodoxo”, “renovado”, “liberal”, “socialista”, “anarquista”, “comunista”, “nacional”, “internacional”, “trabajador”, “proletario”, etc. Bien podría el lector divertirse jugando con los términos para bautizar nuevos partidos de izquierda al tono que desee. Eso, claro está, si fuese divertido y si el bautismo no causase horror a la mentada izquierda.
¿Será un descaro sostener que el fascismo y el socialismo son hermanos? Esto va más allá de sus idénticos sistemas totalitarios basados en la violencia y destrucción masiva. Comunistas y fascistas son socialistas y ambos son hijos de la misma madre. No son “extremos” opuestos, uno de “derecha” y otro de “izquierda”. Sin embargo, conviene muy bien a los simpatizantes de las izquierdas tachar de “fascismo” (agente malo-agresor) a quienquiera que no simpatice con sus ideas, “demostrando” su acusación con la caricatura que han fabricado para tales efectos.
Sin embargo, la realidad es bien distinta…
Dos hijos de la misma loba
Ya sea desde lo estructural o desde lo ideológico, son hermanos. Así lo declaran tanto Goebbels[1] ("El movimiento nacional-socialista tiene un solo maestro: el marxismo") como Thorez[2] ("Nosotros, comunistas, somos discípulos de Marx y Engels").
Sus visiones ateas y antirreligiosas son hermanas. En palabras de Hitler y de Lenin, respectivamente: "No queremos más a Dios que a Alemania"[3] y "Dios es un enemigo personal de la sociedad comunista"[4].
Sus visiones estatistas son gemelas. Así lo proclaman Mussolini ("Todo del Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado"[5]) y Lenin ("La Dictadura del Proletariado es una dominación no restringida por la ley y basada en la fuerza"[6]).
La oposición a la propiedad privada y libre iniciativa propia de la izquierda no queda menos explícita: Hitler proclama "nosotros somos socialistas, y enemigos mortales del actual sistema económico capitalista"[7]. Sobran palabras acerca de sus hermanos de prole.
Lo mismo veremos en su furor antifamiliar. "Los niños son educados en común por educadoras experimentadas en maternidades especiales"[8], declaran los nazis y les siguen los comunistas: "Nos acusan de querer abolir la explotación de los hijos por sus padres. Pues bien, confesamos ese crimen"[9].
Opuestos son, por supuesto, a efectos de la manipulación izquierdista de los hechos. Opuestos son, sin duda, si con eso se desea torturar a quien no concuerde con las izquierdas haciéndole sufrir con la culpa, la vergüenza o la infamia.
¿A quien no le conviene distanciarse de sus incómodos familiares si de paso crean un monstruo que pueden emparentar con sus enemigos?
Nazi-fascistas y socialistas fueron paridos por la misma madre y comparten su ateismo (o gnosticismo in extremis), su dialéctica, su totalitarismo y socialismo. ¿O no es Hegel el padre de los dos lobos? ¿Su veneno no fluye del mismo Heráclito con su doctrina de que la realidad plena e inmutable no existe? Y sin nociones de verdad; nada subsiste de absoluto ni de definitivo, y menos de sagrado.
La misma doctrina dialéctica y socialista les une. Mussolini, socialista de larga data, sigue a Marx tanto como Lenin. Todos sostienen que la realidad histórica es la síntesis que surge de una antítesis contrapuesta a una tesis. No se fatigue el lector intentando comprender esto. Baste decir que nazi-fascistas y socialistas afirman que la lucha es el origen de todas las cosas, sea de clases, razas, etc.
Esta obra despliega ante los ojos del lector el desarrollo en los hechos del germen criminal de los socialismos de toda especie, principalmente del aquel que por su radicalidad ganó triste celebridad: el comunismo.
Unos y otros - amorales - ven como medios legítimos para “purificar” la sociedad (desalinearla) el control totalitario, un Estado-partido, las limpiezas genocidas, la exclusión de clases sociales, etc.
Engels (1849) pedía exterminar a los húngaros, servios y otros eslavos, bretones, vascos y escoceses. Y no lo dice en privado sino en el periódico de su amigo Kart Marx “Nueva Gaceta Renana”, quien con gusto lo publicó. Y le siguió, por cierto, con la idea. Tres años más tarde Marx se preguntaba en su periódico sobre cómo eliminar a “esos pueblos moribundos, los bohemios, los corintios, los dálmatas, etc.”. Como concluirá el lector, nazi-fascistas, socialistas y comunistas dieron leal respuesta y cumplimiento a los deseos genocidas de sus padres.
El tópico de la superioridad de clase (económica, racial, etc.) es base fundadora de sus acciones. La obsesión de la superioridad racial en comunistas y socialistas es sólo continuada por Hitler y Mussolini. El Anti During de Engels, en sus notas previas, plantea: “Si, por ejemplo, en nuestros países, los axiomas matemáticos son perfectamente evidentes para un niño de ocho años, sin tener necesidad de recurrir a la experimentación, eso es a causa de la ‘herencia acumulada’. Por el contrario, eso sería muy difícil de enseñar a un bosquimano o a un negro de Australia.” No en vano para el marxismo “las condiciones económicas determinan todos los fenómenos históricos, pero la raza es, en sí, un dato económico” (Engels a Borgious, 1894).
Por predominio de raza o derechos de clase se justifican matanzas, castigos legales, sobrecargas de impuestos, marginaciones cívicas, persecuciones, etc. En nombre de la raza o de la clase legitiman sus crímenes como hoy las izquierdas moderadas justifican castigar a sectores sociales o económicos, cuando no se les persigue abiertamente con dos pesos y dos medidas para sus acciones.
Fascismo y socialismo. Dos caras de la misma moneda
¿Dónde choca el nazi-fascismo con las otras variantes de izquierdas? No en su anticapitalismo, común hasta hoy con las ramificaciones de los nacionalismos modernos. No con los conceptos totalitarios ni sus justificaciones de predominios y reestructuraciones sociales y culturales. Sus visiones son el ángulo de visión. Mientras nacionalistas aspiran a un modelo local, los socialistas aspiran a un concepto internacional. Chocan en visiones sobre la democracia o el liberalismo. De hecho la propaganda clásica roja caricaturiza al nazi-fascismo como forma de autoritarismo, discriminación y combate al pueblo. No critican sus otros aspectos socialistas. Es más: baste demostrar su política universal autoritaria, discriminatoria y antipopular, de persecución a la disidencia, hambrunas y castigo a la intelectualidad para que recurran a la caricatura “fascista” aludiendo, precisamente, a los caracteres que a ellos mismos se les acusa.
No en vano, el mismo Hitler prefiere a los comunistas antes que a los socialdemócratas en Weimar y en 1933 es apoyado calurosamente y votado por los comunistas en el nacimiento del nacionalsocialismo. Para Hitler los desacuerdos con los comunistas siempre fueron “menos ideológicos que tácticos”. No es sino Stalin quien ayuda a su camarada marxista Hitler a burlarse de lo juramentado en el tratado de Versailles. El mismo Stalin, que felicitó a Hitler por la invasión a Francia y que exhibió el apoyo al pacto nazi-comunista por todos los partidos comunistas del mundo.
Mussolini, ¿por qué recibió el recelo de la Iglesia y los duros documentos de protesta de la Santa Sede? El Duce, fervoroso anticolonialista y antinacionalista fue - hasta hacerse expulsar del partido socialista en 1914 - creador y director del diario izquierdita Avanti, asociado con anarquistas, masones, garibaldistas, sindicalistas y revolucionarios radicales y luego del impresentable Il Popolo, de orientación marcadamente socialista y radical. Sus postulados estratégicos mueven sus piezas de postura y su devenir colonialista y belicista a cargo del fascismo.
En nombre de la raza y cultura (nazi-fascistas) o en nombre de la clase (“pueblo”) cometen sus aberraciones ya sea por el crimen de nacimiento (raza), corrupción (sectores ideológicos o profesionales o de alguna superioridad), por su condición económica (burgueses o terratenientes del tipo kulaks) o por no cooperación (baja cuota de producción). Una persecución que, como se verá, no sólo es una constante bajo regímenes de terror sino que constituye el cuerpo central de su política y propaganda en sistemas occidentales considerados democracias.
Sin embargo, el nazi-fascismo sigue una caricatura muy útil a las izquierdas como sinónimo de intolerancia. En efecto, la “corrupción” (gays, punks, tribus urbanas, alternativos, etc.) que se persigue cuando la izquierda conquista el poder total, es defendida por la izquierda en su discurso para alcanzar el poder. Los “fascistas” son la intolerancia a lo “alternativo” cuando se vive bajo democracia. Bajo el terror rojo los “alternativos” terminan en la misma fosa que el resto de “los parias” del sistema. En efecto, nunca tales colectivos sociales fueron más ferozmente perseguidos y aniquilados como bajo el sistema socialista, cuando detenta todo el poder.
Prueba del control cultural del socialismo no nacionalista es el rechazo universal e histórico hacia el nazi-fascismo sólo en aquellos aspectos útiles de caricaturizar. La propaganda antifascista inunda librerías, historietas, películas, series de televisión, y en general toda la cultura “políticamente correcta”. Las historias sobre el horror nazi forman ya parte del imaginario popular. Una idea del nazi-fascismo que recorta la verdad y sólo acentúa lo que atemoriza a la población. Un silencio elocuente sobre lo que comparten en común unos y otros socialismos.
Es curioso, de hecho, que en la producción cultural se omita hablar de los horrores rojos. El lector, al finalizar la lectura de esta obra, efectivamente comenzará a sospechar legítimamente, preguntándose cómo es posible que por tanto tiempo se haya callado tanto sobre tantos crímenes, sobre tantos millones y millones de personas en tantos países y por tanto tiempo con tanta crueldad... y nadie diga nada, levante la voz o pida justicia. Pero por sobretodo se preguntará cómo puede ser posible que la prensa, la intelectualidad, organizaciones humanitarias, el arte, los lideres sociales o religiosos pudieron callar sobre tanto y tan enormes crímenes. ¿Dónde y quien declaró la amnistía al terror rojo?
Una mente perspicaz puede preguntarse con fundamento: ¿no será que el nazi-fascismo es un poderoso distractor frente a los crímenes chino-soviéticos del momento? Sin negar lo repudiables que puedan ser los ejemplos denunciados, ¿no será que la denuncia de los “crímenes neoliberales” permite evadir las responsabilidades por los crímenes recientes e incluso contemporáneos tanto bajo dictaduras rojas como terroristas y en aparentes democracias? ¿No es un binomio muy útil a las izquierdas para moralizar o esconder sus actos? A fin de cuentas, les permite diferenciar totalitarismos buenos de malos y ubicarse en los buenos o “comprensibles”.
Muchos repudiarán los “excesos” del comunismo o les reducirán a simples “autoritarismos” posibles de entender con el “fervor idealista” que les movía por el “bien popular”. Pero sobran los casos en esta obra en que vemos el horror extendido a toda la población (rica y pobre, letrada e iletrada, poderosa e indefensa) no ha tenido más miramientos que los del logro de sus objetivos ideológicos, sin importar ningún costo humano e, incluso nos atreveremos a decir, derrochándolo con gusto como si fuese simple “material de deshecho” del sistema.
Nazi-fascistas y las otras facciones socialistas comparten su vocación totalitaria donde no hay más verdad que la propia y ha de perseguirse a quien no sostenga la ortodoxia oficial. Todos rinden culto personal al líder, se concibe un partido único que en democracia permite la convivencia de clones variopintos y que luego en dictadura aplastará cruentamente. La adhesión compulsiva a la línea ideológica partidaria, la concepción bélica y confrontacional de la realidad, la movilización popular, la vigilancia ideológica de los ciudadanos, sus medios de expresión, la provocación abierta y fomento a la violencia, el desprecio al derecho, el combate a las elites tradicionales, sus valores y la religión y el énfasis en la conquista juvenil… ¿son privativos sólo de los gobiernos tratados en esta obra o expresan – mutatis mutandi – magníficamente a las izquierdas bajo supuestos democráticos como el kirchnerismo argentino o el chavismo venezolano, por citar dos ejemplos acompañados de las escaladas boliviana o ecuatoriana, por contextualizar al lector en la acción izquierdista en Sudamérica?. Analice usted y conceda mayor o menor indulgencia a cada cual según desee justificarles.
Todos contra Israel
A esta altura del debate, poco importa aclarar las diferencias entre antisionismo y antisemitismo. Para el lector recién llegado a las lides ideológicas, baste aclarar que antisionismo es el desacuerdo ideológico-doctrinario con las ideologías-doctrinas de las posturas oficiales israelitas. Hay mucho para decir para este tema, pero excede los límites naturales de este trabajo. El antisemitismo no es una querella de ideas y conceptos sino una cuestión racial. Se combate no a las ideas sino a las personas.
Pero quienes - viciados por la propaganda de años - ya no distinguen, todo es una misma cosa. El antisemitismo tiene larga data en las izquierdas. Anterior incluso a que los socialistas hitlerianos y mussolinistas comenzaran con sus crímenes. Marx – con su antijudaísmo rabioso - abordaba el tema en La Cuestión Judía (1844). Es él - judío como los que atacaba – y no Hitler, quien declaró: “Cuando la sociedad logre suprimir la esencia empírica del judaísmo, y suprimir el tráfico de sus condiciones, el judío devendrá imposible” y también “La emancipación social del judío, es la emancipación de la sociedad del judaísmo”. Hitler sólo siguió los designios de su padre. Fue la URSS quien por estrategia apoyó al Estado de Israel, para luego retirarlo, retornando a su línea más pura y natural en ideología socialista.
Hoy, la unificación de las izquierdas en torno al antisemitismo es notable. Socialistas, fascistas, nacionalistas à la Putin, maoístas, ateos e islamitas hacen causa común con sus mafias y terrorismos contra Israel y, de paso o por sobretodo, contra Estados Unidos. La nueva bandera, universal y flamante, ha de ser el anti-imperialismo.
Pero, ¿qué se repudia del “enemigo”? Se les ataca en su capitalismo, fomento de la propiedad privada y libre iniciativa. No se bombardea Hollywood y su “fábrica de inmoralidad” ni Beverly Hills por su “frivolidad”. Se bombardea el corazón de los negocios.
Obsérvese de cerca al nuevo bloque: nostálgicos de la ex URSS, cesantes de las internacionales socialistas, eco-terroristas ansiosos por forzar cambios culturales tendientes a una tribalización global, desesperados por validar sus teorías de choques culturales y religiosos, ateos antirreligiosos que hacen del fanatismo la excusa para combatir - fanáticamente, valga decir - a la fe, ideólogos cazadores de nuevos proletariados, marginados y excluidos, islamitas fetichistas del III Reich, izquierdas desempleadas deseosas de barrer a la burguesía devenida en “neliberalismo”.
¿No es una nueva caricatura el actual enemigo? El neoliberalismo se combate no por sus excesos sino por su fundamento. Y por combatirle se permite todo, supliendo hoy en parte el fantasma del nazi-fascismo.
Contra el nuevo enemigo, todo vale y todo se justifica. Es el nuevo agente malo-agresor que permite una nueva redefinición de buenos y malos y revivir las fuerzas decaídas de las izquierdas, adormecidas cuando acaeció el cambio de piel tras la caída del muro de Berlin.
La nueva caricatura permite redibujar alianzas y reconducir el discurso belicista y confrontacional, movilizar masas incendiarias - bajo los focos de la prensa – dispuestas a arrasar Cumbres globales y símbolos emblemáticos, recargar las tintas de la prensa contra los nuevos rostros del enemigo, callar los temas incómodos y preparar el escenario a los nuevos lideres hacia los cuales ha de rendirse culto, adherir a sus ideologías y ser vigilados en la “pureza” de espíritu. Más allá quedarán las nuevas clases en lucha, que habrá que aplastar en pro de la emancipación popular y un futuro mejor para el nuevo pueblo.
La nueva era de la guerra psicológica
El lector enfrentará, paralelamente y con posterioridad a la lectura de esta obra, estos juegos psicológicos de la guerra psicológica de las izquierdas.
Quienes por décadas hemos trabajado e investigado la realidad psicosocial, especialmente en sus aspectos geopolíticos y estratégicos, podemos anticipar sin gran esfuerzo y casi de memoria, la lista de objeciones que habrá de oponerse tanto al libro como al lector.
Poco importará - puestos a reconocer los crímenes y verdad de sus ideologías y procedimientos - confrontarles con la magnitud de sus crímenes, el escándalo de su silencio o la maldad de su complicidad.
A fin de cuentas no es la verdad lo que desean hacer prevalecer. Si les encara usted siempre, en mayor o menor medida, será un amigo del enemigo, un ignorante, un tonto-útil o carecerá de la “ciencia” marxista que le permita comprender la “verdad roja”.
No escribimos para convencer a los obsecuentes al terror rojo, ni a sus adalides ni mucho menos a los criminales directos e indirectos, cooperadores o represores-críticos de quienes alertan y les combaten. Para estos, oponerse a ellos será un crimen mayor y siempre denunciable.
Para nosotros es deber de conciencia y obligación de justicia actuar rectamente, denunciando y clamando por reparación, rigurosos en el análisis, evitando el sensacionalismo o la falsa prudencia.
Los juegos psicológicos ya los conocemos. Tal vez encontremos variantes novedosas, pero, visto el triunfo universal de sus principios y el control de la producción cultural, nuestro pesimismo se hace realismo.
Este trabajo bien vale el colosal esfuerzo que ha significado si sólo una persona comprende a través suyo la dimensión del mayor drama de la historia de la humanidad y movido por la compasión hace que el sufrimiento desesperado de millones de seres humanos no haya sido en vano. No traicionemos su esperanza.
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