TOKIO (Reuters) - Los chistes sobre rodillas que crujen, sobre la caída del pelo o perder la línea han sido durante mucho tiempo una parte inevitable, además de desagradable, de ver cómo se acumulan los cumpleaños.
Pero no debería ser así, según Wendy Lustbader, que sostiene que la juventud, con todas sus inseguridades y confusión, es más problemática de lo que dice la tercera edad, y que el hecho de envejecer no es un declive tan deprimente.
"Estoy tan disgustada por el miedo general a envejecer que tiene todo el mundo, y los chistes constantes sobre ello y porque todo el mundo mire esa etapa como si fuera sólo una zona muerta, en la que no pasa nada", dijo Lustbader, una ex trabajadora social y autora que está en la cincuentena.
"Pero realmente es lo contrario. Cuando llegas a conocer de verdad a los mayores, cuando tratas con ellos tanto como he hecho yo, son los mayores los que de verdad se sienten mal por los jóvenes porque ellos tienen mucho sufrimiento que pasar".
Para ilustrar este punto de vista de alguna manera inusual, en su reciente libro "Life Gets Better" (algo así como "la vida mejora") Lustbader relata que dijo a un grupo de turistas en un viaje en autobús, muchos de los cuales eran jóvenes, que no deberían preocuparse porque "estos son los peores años de vuestras vidas".
El comentario fue recibido por caras de alivio evidente, y varios de los jóvenes después fueron a confesarle haberse sentido deprimidos y con tendencias suicidas, pero que sus palabras les habían ayudado.
"Estamos en ese tipo de miedo, sólo pensamos que esta debe ser la parte buena y que lo que viene después debe ser terrible. Se perjudican muchas cosas con esa actitud", afirmó.
Lustbader argumenta, a través de una serie de ejemplos reales de sus años como trabajadora social y terapeuta, investigaciones y experiencia personal, que cuando la gente envejece deja atrás muchas de las preocupaciones de su juventud.
Además, las experiencias vitales - tanto buenas como malas - y la aceptación de las enseñanzas llevan a disfrutar de lo que se tiene, en vez de seguir esperando, y las prioridades a menudo cambian desde las cosas materiales a las personas.
"Muchas cosas que parecen de verdad importar tanto cuando eres más joven ya no importan, y eso es por lo que nos volvemos mucho más libres (...) Y los mayores hablan sobre este sentido de la libertad", sostuvo.
Pero no todo el mundo consigue gestionar sus últimos años con satisfacción. La gente que está demasiado centrada en construir relaciones duraderas podrían encontrarse a sí mismos solos e infelices.
Además, el envejecimiento de muchas sociedades occidentales, donde a los ancianos se les mira con pena y a menudo son tratados con condescendencia - en contraste con el respeto que se les da en lugares como México y naciones asiáticas -, también hacen las cosas más duras.
Lustbader también enfatiza que no quiere subestimar las innegables dificultades físicas de envejecer, y destaca que la pérdida de movilidad y fuerza tienen que sufrirse.
Todo esto lleva finalmente a una aceptación casi budista, y destacó el entusiasmo por lo bueno de la vida porque la gente también conoce lo malo.
"Eso es a lo que llegan muchos adultos mayores por todas las cosas que han pasado", dijo.
"Hay mucho sobre hacerse mayor que no sabemos hasta que no lo somos, la parte interior de ello. Sólo vemos el exterior cuando somos jóvenes, y somos engañaos por eso".
Pero no debería ser así, según Wendy Lustbader, que sostiene que la juventud, con todas sus inseguridades y confusión, es más problemática de lo que dice la tercera edad, y que el hecho de envejecer no es un declive tan deprimente.
"Estoy tan disgustada por el miedo general a envejecer que tiene todo el mundo, y los chistes constantes sobre ello y porque todo el mundo mire esa etapa como si fuera sólo una zona muerta, en la que no pasa nada", dijo Lustbader, una ex trabajadora social y autora que está en la cincuentena.
"Pero realmente es lo contrario. Cuando llegas a conocer de verdad a los mayores, cuando tratas con ellos tanto como he hecho yo, son los mayores los que de verdad se sienten mal por los jóvenes porque ellos tienen mucho sufrimiento que pasar".
Para ilustrar este punto de vista de alguna manera inusual, en su reciente libro "Life Gets Better" (algo así como "la vida mejora") Lustbader relata que dijo a un grupo de turistas en un viaje en autobús, muchos de los cuales eran jóvenes, que no deberían preocuparse porque "estos son los peores años de vuestras vidas".
El comentario fue recibido por caras de alivio evidente, y varios de los jóvenes después fueron a confesarle haberse sentido deprimidos y con tendencias suicidas, pero que sus palabras les habían ayudado.
"Estamos en ese tipo de miedo, sólo pensamos que esta debe ser la parte buena y que lo que viene después debe ser terrible. Se perjudican muchas cosas con esa actitud", afirmó.
Lustbader argumenta, a través de una serie de ejemplos reales de sus años como trabajadora social y terapeuta, investigaciones y experiencia personal, que cuando la gente envejece deja atrás muchas de las preocupaciones de su juventud.
Además, las experiencias vitales - tanto buenas como malas - y la aceptación de las enseñanzas llevan a disfrutar de lo que se tiene, en vez de seguir esperando, y las prioridades a menudo cambian desde las cosas materiales a las personas.
"Muchas cosas que parecen de verdad importar tanto cuando eres más joven ya no importan, y eso es por lo que nos volvemos mucho más libres (...) Y los mayores hablan sobre este sentido de la libertad", sostuvo.
Pero no todo el mundo consigue gestionar sus últimos años con satisfacción. La gente que está demasiado centrada en construir relaciones duraderas podrían encontrarse a sí mismos solos e infelices.
Además, el envejecimiento de muchas sociedades occidentales, donde a los ancianos se les mira con pena y a menudo son tratados con condescendencia - en contraste con el respeto que se les da en lugares como México y naciones asiáticas -, también hacen las cosas más duras.
Lustbader también enfatiza que no quiere subestimar las innegables dificultades físicas de envejecer, y destaca que la pérdida de movilidad y fuerza tienen que sufrirse.
Todo esto lleva finalmente a una aceptación casi budista, y destacó el entusiasmo por lo bueno de la vida porque la gente también conoce lo malo.
"Eso es a lo que llegan muchos adultos mayores por todas las cosas que han pasado", dijo.
"Hay mucho sobre hacerse mayor que no sabemos hasta que no lo somos, la parte interior de ello. Sólo vemos el exterior cuando somos jóvenes, y somos engañaos por eso".
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