Dr. Javier Martínez Dearreaza Neurólogo – Psiquiatra.
END - 00:18 - 13/09/2009
Hace una semana llegó al país un amigo muy querido, él es médico como yo, ha viajado mucho por el mundo; uno de los lugares donde más tiempo ha permanecido es en el Tíbet. Él se define como un budista tibetano, aunque viste a lo occidental, su vida la rige conforme a los preceptos de esta religión. He aprovechado su visita para conversar largamente con él sobre la vida.
¿Cómo podemos aprovechar al máximo nuestra existencia?
Para un budista tibetano como yo, lo más importante es la enorme suerte que tenemos de existir. Entendiendo que la vida humana es un regalo precioso que debemos apreciar. Yo comienzo el día recitando una frase para invocar la apreciación del cuerpo, de la mente y los sentimientos; ésos son los medios que disponemos para apreciar y aprovechar al máximo nuestras vidas.
Existen cinco enseñanzas que son el corazón de la práctica budista cotidiana, estas verdades son siempre válidas y cualquier persona joven o vieja las puede entender y practicar.
¿Cuáles son esas cinco verdades?
Apreciación, impermanencia, karma, inutilidad del sufrimiento innecesario y libertad.
Actualmente nos queda muy poco tiempo para reflexionar, somos esclavos del tiempo, los problemas cotidianos nos agobian, las necesidades económicas y del hogar hacen que centremos nuestra atención en buscar nuestra propia sobrevivencia y la de los nuestros.
¿Como has hecho para vivir con tus creencias en este mundo occidental a veces tan caótico?
Tienes que dejarte un espacio para ti, de lo contrario terminas ahogado por los problemas, dentro de ese espacio que dedico para mí, está la meditación y la ejercitación de estas cinco verdades fundamentales del budismo. A medida que estas verdades formen parte de lo que pensamos, decimos y hacemos, viviremos más armoniosamente con las cosas como son, sin arrepentimiento ni tiempo malgastado. Si estas verdades están presentes en nuestra mente, estaremos preparados para cuando la muerte nos alcance.
¿En qué consiste la primera de las verdades, la apreciación?
El camino espiritual comienza al darnos cuenta de que nuestra vida y la de todos los seres tienen valor y merecen respeto. Cada ser humano tiene cuerpo, mente y la energía vital para usarlos de manera provechosa. Se puede ser feliz y ayudar a los demás de muchas formas. El poder apreciar estas oportunidades es la clave de una existencia llena de sentido.
Como toda actitud mental, desarrollar la apreciación es cuestión de costumbre. Cuando estamos entrampados en pautas negativas, parece que no hay nada que apreciar, toda nuestra energía parece centrarse en los problemas. El negativismo tiene su propia lógica apremiante. Sin embargo, aun cuando no nos sintamos particularmente agradecidos, podemos aprender a despertarnos a los aspectos positivos de cualquier experiencia del momento.
Hay que entender que ninguna condición en la vida es definitiva, ningún sufrimiento es desesperanzado. Cada situación brinda la oportunidad de abrirnos a un conocimiento más amplio. Al profundizar la apreciación nacen el amor y la sabiduría.
Ahora avancemos a la impermanencia
Se considera que el hombre vive un promedio de cuatro mil semanas. Es como si viviéramos un tiempo prestado y un reloj de arena invisible midiera los días dejando caer los granitos.
¿Cuántos días nos quedan?
Cada vez nos queda menos tiempo. Estamos seguros de que vamos a morir; lo que no sabemos es cuándo ni de qué modo.
La impermanencia quizá sea la principal característica de la existencia humana. Todo tiene un comienzo, un centro y un final, cada comienzo tiene su propio fin y cada fin encierra la promesa de un nuevo comienzo.
Si experimentamos la transición de un día a otro con conciencia, podemos ingresar en el futuro con una mente más liviana y abierta. Al finalizar el día podemos pasar revista a todo: recuerdos intensos, logros, arrepentimientos y remordimientos.
Aceptamos lo ocurrido y, luego, lo dejamos ir. Así, la transición al día siguiente es más fácil. Ya no cargamos con el peso de las relaciones tirantes o penosos recuerdos de nuestras acciones desconsideradas. Nada pesa sobre nuestra conciencia; los pensamientos culposos o la pena no nos consumen. Hasta la muerte se convierte en algo para celebrar, como un nacimiento, una vida valiosa que concluye y el comienzo de algo nuevo.
Tercera verdad: el karma
La conexión causa-efecto se conoce como la Ley del Karma. Todo lo que pensamos, decimos y hacemos o dejamos de hacer tiene sus consecuencias. Hasta el pensamiento más fugaz, la palabra más simple, el más pequeño gesto, todo tiene sus efectos. Nuestra conducta anterior nos ha conducido a las actuales circunstancias. Nuestras acciones en el presente determinan nuestra felicidad futura. Aunque quisiera intentarlo, nadie puede arreglarnos la vida. La gracia no nos llega de afuera, sino de nuestro interior.
Dado que nuestra conducta tiende a ser una mezcla de intenciones positivas y negativas, puede resultar difícil distinguir los efectos de nuestros actos. Sin embargo, si aprendemos a seguir nuestras motivaciones en sus desvíos y logramos enderezarlas una y otra vez, con el tiempo obtendremos los resultados deseados. Los actos madurarán según como fueron realizados. Sus resultados revelan nuestra intención.
El sufrimiento innecesario...
Nosotros podemos proponernos abordar los obstáculos en nuestro camino como maestros.
Seremos más sabios reconociendo nuestros errores y aprendiendo de ellos. Nuestras frustraciones, el desamparo y la resistencia a la vida pueden convertirse en importantes fuentes de conocimiento. Observando lo que se esconde detrás de estas experiencias, podemos aprender a descifrar sus mensajes ocultos. Entonces los contratiempos ya no lograrán desviarnos de nuestro camino porque sabemos que son una fuente invalorable de autocomprensión.
La libertad
El budismo tibetano sugiere que existen cuatro puertas que conducen a la libertad. La primera tiene un cartel que dice: “Olvida el pasado”. No te aferres a lo que te ocurrió anteriormente porque podrías perderte todo lo que la vida tiene para ofrecerte. Considera el pasado como una ciudad que has dejado atrás y atraviesa la primera puerta sin arrepentimiento. El cartel de la segunda puerta dice: “Participa en todo lo que ocurre en este momento, no te detengas”. Cada vez que te entregues con el alma y el corazón a algo se abrirá la segunda puerta. El cartel de la tercera puerta dice: “Abandona todo sentido del yo”. En lugar de detenerte en preocupaciones egoístas, céntrate en todo lo bueno que puedan procurarte tus actos. El cartel de la cuarta puerta dice: “Despójate de toda idea de futuro”. Cuando tu mente deje de divagar por el futuro, por aquello que serás o harás más adelante, te quedarás en el ahora, y la última puerta se abrirá de par en par. Sin pasado, totalmente comprometido, liberado del yo y sin expectativas, serás libre.
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Dr. Javier Martínez Dearreaza.
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