Apesar de las críticas internacionales, China considera que su respaldo a la junta militar que gobierna Birmania es simplemente una cuestión de conveniencia económica, y está determinada a seguir adelante con la construcción conjunta de un oleoducto y un gasoducto entre ambos países.
Esta controvertida iniciativa le garantizará a China una mayor seguridad energética para su robusta economía.
Este mes comenzarán las obras de este titánico proyecto que conectará la nororiental provincia china de Yunnan con la costa occidental de Birmania.
El gasoducto se extenderá desde los yacimientos de ultramar de Shwe, en el occidental estado birmano de Arakan, hasta la capital de Yunnan, Kunming, y posiblemente se adentre más en territorio chino.
Por su parte, el oleoducto transportará combustible desde Medio Oriente y África, sorteando la ruta del estrecho de Malacca, estratégicamente vulnerable.
Activistas birmanos difundieron el lunes un detallado informe sobre el proyecto, alertando que creará malestar social y afectará la imagen de la empresa china involucrada.
Un periódico estatal de Beijing rechazó las acusaciones, considerando improbable una interrupción de las obras.
El Movimiento por el Gas de Shwe, organización de exiliados birmanos en Bangladesh, India y Tailandia, sostuvo que la reciente ofensiva de la junta contra los rebeldes cerca de la ruta de los ductos demostraba que al régimen no le preocupaba ofrecer estabilidad a los inversores, lo que podría traducirse en mayores riesgos para los accionistas.
“China no teme a las amenazas ni a las críticas”, declaró al estatal Global Times un funcionario chino que no se identificó.
“Cuando Myanmar (nombre con que los militares gobernantes designan a Birmania) construyó una tubería hacia Tailandia en los años 90, los activistas birmanos también criticaron al gobierno, pero ahora apenas se escucha su voz”, agregó.
Sin embargo, observadores creen que el nuevo proyecto de infraestructura acarrea mayores riesgos potenciales que el gasoducto a Tailandia, al que describieron como “un vehículo para la proliferación de abusos a los derechos humanos” durante y después de su construcción.
Por ejemplo, citaron el uso generalizado de trabajos forzados y desalojos.
“En caso de que vuelvan a ocurrir, tales prácticas bien pueden ser el disparador de un conflicto más amplio”, alertó Sean Turnell, experto en temas birmanos de la australiana Universidad Macquarie.
“Por supuesto que, para agravar las cosas, está el hecho de que las firmas chinas de energía tienen antecedentes menos que estelares en lo relativo a la crueldad con la que llevan a cabo sus acuerdos energéticos”, añadió.
La Corporación Nacional del Petróleo de China tiene previsto iniciar la construcción de las dos cañerías, con una extensión total de casi 4.000 kilómetros, este mes.
Se espera que el acuerdo provea a las fuerzas armadas birmanas –que gobiernan al país con mano dura desde el golpe de Estado de 1962– por lo menos 29.000 millones de dólares a lo largo de 30 años.
Aunque Birmania se ubica en el décimo puesto mundial en términos de reservas de gas natural, su consumo de electricidad por persona es inferior a cinco por ciento de las vecinas Tailandia y China, dado que su gobierno exporta la mayor parte de sus recursos energéticos.
El informe del Movimiento por el Gas de Shwe, titulado “Corridor of Power” (”Corredor de energía”), denuncia que, en el pasado, las ganancias derivadas del gas fueron despilfarradas por la junta birmana en la construcción de una nueva capital –Naypyidaw en vez de Rangún– y para satisfacer los extravagantes deseos de sus generales gobernantes.
“La población de toda Birmania enfrenta una severa escasez energética, y esta enorme exportación de energía solamente alimentará el malestar social”, sostuvo Wong Aung, portavoz del Movimiento.
“Estos recursos le pertenecen a nuestro pueblo y deberían usarse para las necesidades energéticas de nuestro país”, agregó.
China –única compradora de las reservas gasíferas birmanas de ultramar– considera que estas cañerías constituyen una de las piezas de un dominó energético más amplio, al que Beijing juega para garantizarse sus propios suministros.
Los ductos de Birmania son parte de una estrategia de la Corporación Nacional del Petróleo de China para evitar la dependencia del crudo importado y enviado por mar. Desde 2004, Beijing negocia la construcción de gasoductos por tierra en cuatro direcciones diferentes, conectando a compradores chinos con proveedores de Rusia, Kazajstán, Turkmenistán, Uzbekistán y Birmania.
“Lo más significativo de las cañerías de Birmania para China radica en la posibilidad de resolver nuestra dependencia de la ruta de Malacca”, opinó Long Changwei, experto de la Universidad del Petróleo de China.
“Una vez que se construya, el oleoducto será una alternativa confiable para el transporte de combustible desde Medio Oriente y África. Aunque haya una crisis en el estrecho de Malacca, la exposición de China ante éste se minimizará considerablemente”, añadió.
Además, la construcción de un puerto de aguas profundas en la costa occidental de Birmania permitirá que China tenga acceso a la bahía de Bengala, lo que constituirá una ventaja estratégica en sus intentos de expandir su esfera de influencia en el océano Índico.
Pero este nuevo corredor energético tiene sus reveses. Las cañerías propuestas atraviesan el nororiental estado de Shan, donde en agosto se produjeron enfrentamientos entre la minoría étnica kokang y militares birmanos, obligando a decenas de miles de refugiados a cruzar la frontera china. Esto despertó temores de que se produzcan más conflictos sociales y armados si pone en marcha el proyecto.
La Corporación Nacional del Petróleo de China tendrá que ser “muy cuidadosa”, dijo Turnell.
“Lo que fue un simple acuerdo para extraer gas barato podría dar paso a una crisis diplomática si el gasoducto agrava el incipiente conflicto entre grupos étnicos que Beijing respalda desde hace mucho, y un régimen en Birmania al que durante mucho tiempo se vio como una suerte de cliente de China”, agregó.
Beijing ya ha sido objeto de resentimiento por trabajar de cerca con regímenes militares de Asia sudoriental.
Cuando cayó el gobierno de Alí Suharto (1967-1998) en Indonesia, se produjeron violentos disturbios antichinos.
El informe del Movimiento por el Gas de Shwe sugiere que Beijing estaría en mejores condiciones para comerciar con Birmania si éste país tuviera un gobierno estable. También sostiene que la actual hoja de ruta política de los militares birmanos no tiene posibilidades de generar paz ni estabilidad política.
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