lunes, 14 de septiembre de 2009

China pervierte la democracia y los derechos humanos en el exterior



¿Por qué es importante para los estadounidenses?

Por Regina Davis - Epoch Times
13.09.2009 18:06

CONFLICTO: miembros de un grupo pro-comunista en Flushing, Queens, son contenidos por la policía. La policía intervino luego de que el grupo comenzara a atacar constantemente a los practicantes de Falun Gong. (Dayin Chen/The Epoch Times)
Una serie de artículos recientes del Epoch Times han apuntado a una cercana y aparentemente creciente relación entre el candidato a Contralor Jonh Liu y representantes u organizaciones con vínculos cercanos al Partido Comunista Chino (PCCh), indicando que esto debería plantear una preocupación entre los votantes de New York sobre la capacidad del candidato para representar completa y honestamente sus intereses.

A primera vista, pareciera exagerado decir que un gobierno, desde el otro lado del mundo, quiera influenciar la política local en la ciudad de New York; o que alguien con buena educación y conocido por representar las preocupaciones de las minorías, como Liu, quiera hacer su propio negocio. Pero una vez que estos hechos se ponen en contexto, toman aún más significado. Es un contexto que abarca no sólo una creciente relación con lo que aún es uno de los regímenes más represivos del mundo, sino también un régimen que tiene una historia de interferencias a los procesos democráticos más allá de sus fronteras, y de manipulaciones de relaciones con funcionarios extranjeros para empujarlos a violar los derechos de aquéllos que el PCCh considera sus enemigos.

Con rascacielos, iPods y la bolsa de valores convirtiéndose en una característica común de la vida cotidiana en Shanghai o Beijing, como si estuvieran en New York o San Francisco, puede ser fácil olvidarse que China todavía está gobernada por un régimen autoritario al estilo leninista, que no tolera el disenso y que está sumido a ejercer su extenso control sobre las vidas y, especialmente, sobre las decisiones políticas del pueblo chino.

Todavía es un país donde un hombre es encarcelado por trece años porque intentó crear un partido político, convirtiéndose en uno más de las decenas de miles de prisioneros políticos, religiosos y de consciencia que languidecen en cárceles, campos de trabajos forzados e instituciones mentales.

Todavía es un país donde el nuevo jefe de la Corte Suprema de Justicia que asumió en 2008 es un miembro veterano del partido comunista que carece de título de abogado.

Todavía es un país donde los periodistas son tomados y despedidos según su desempeño en seguir ciegamente las directivas de propaganda del partido.

Y, como un artículo reciente del Financial Times le recordó al mundo, en lo que parecería un regreso a la Stasi de la Alemania Oriental, todavía es un país donde las autoridades mantienen archivos personales de todos y cada uno de los ciudadanos, archivos que los siguen a lo largo de todas sus vidas y que registran cualquier “transgresión” política.

Pero más allá de la represión del Partido Comunista en China, lo que es quizás igualmente importante para entender el contexto alrededor de Jonh Liu es la agresividad con la que el PCCh busca pervertir los valores y procesos democráticos en el exterior.




La presión del PCCh deriva en violaciones de derechos humanos fuera de China

La manera más común y más conocida en que la presión del PCCh deriba en violaciones de derechos humanos en el exterior es el creciente fenómeno de líderes del Partido que usan sus relaciones más cercanas con funcionarios extranjeros, particularmente relaciones económicas, para impulsarlos a violar los derechos de libre expresión y asamblea de aquéllos que se perciben como una amenaza al poder del PCCh en China. Chen Yonglin, un ex-diplomático chino que renunció a su cargo en Australia en 2005, testificó que el Partido se refería a esto como “los cinco venenos”: activistas pro democracia, tibetanos, musulmanes uigures, practicantes de Falun Gong, y aquéllos que piden por la independencia de Taiwán.

En años recientes, ha habido algunos ejemplos de miembros de estos grupos enfrentando censura, brutalidad policial y otras formas de castigo arbitrario en manos de gobiernos conocidos como protectores de los derechos democráticos. Tampoco sorprende que muchos de estos incidentes coincidieran con las visitas de funcionarios chinos de alto rango. En 1999, la policía en Londres quitó los carteles y banderas de personas que protestaban por la represión en Tíbet durante la visita del entonces líder del PCCh, Jiang Zemin; además de utilizar furgonetas con pantallas de vídeo para vigilar a los manifestantes, una investigación de Scotland Yard luego reconoció que estas acciones habían sido ilegales.

En 2002, las autoridades islandesas impidieron que cientos de practicantes de Falun Gong que habían planeado participar en protestas pacíficas durante una visita de Jiang entraran al país, incluyendo instrucciones específicas a Icelandic Air para que no permitiera el abordaje de ciertos pasajeros a sus aviones. En diciembre de 2005, el defensor nacional del pueblo emitió una resolución en la que expresa que el comportamiento del gobierno fue ilegal.

Más recientemente, en noviembre de 2008, durante una visita del enviado chino Chen Yunlin a Taiwán para firmar una serie de acuerdos sobre transportes y seguridad alimenticia, la policía local empleó tácticas violentas para prevenir las manifestaciones de identidad nacional taiwanesa, críticas al PCCh o el apoyo a la independencia tibetana.

En 2002, las autoridades islandesas impidieron ingresar al país a cientos de practicantes de Falun Gong que planeaban participar en protestas pacíficas durante otra visita de Jiang –incluyendo dar instrucciones a Icelandic Air para que evitara que ciertos pasajeros tomaran sus vuelos-. En diciembre de 2005, el defensor del pueblo emitió una decisión que consideraba que el comportamiento del gobierno había sido realmente ilegal.

Más recientemente, en noviembre de 2008, durante una visita del enviado chino a Taiwán, Chen Yunlin, para firmar una serie de acuerdos sobre lazos de transporte y seguridad de los alimentos, la policía local utilizó tácticas de mano dura para evitar que personas desplegaran expresiones de la identidad nacional taiwanesa, de críticas al PCCh o de defensa de la independencia de Taiwán.

Lo anterior es solo un ejemplo de un amplio rango de incidentes que señalan el grado al cual el PCCh es capaz de usar varios tipos de tácticas, presiones e incentivos para en ocasiones provocar que funcionarios elegidos democráticamente repriman por él.




Influenciando elecciones fuera de China

Un fenómeno menos conocido públicamente es el grado al cual el PCCh, y especialmente mediante diplomáticos y representantes en el extranjero, ha dado pasos para influenciar el resultado de procesos democráticos –incluyendo elecciones–más allá de sus fronteras.

En un incidente que asombró por el impacto que podrían tener las crecientes inversiones chinas en África sobre el desarrollo democrático en la región, durante las elecciones presidenciales de 2006 en Zambia, el embajador chino dio una conferencia de prensa para desafiar al candidato Michael Sata a “aclarar su posición” sobre Taiwán, luego de que este hiciera comentarios que sugerían que si resultaba elegido, su gobierno restauraría las relaciones diplomáticas con la isla.

Según un informe de Agence France Presse, el embajador chino dijo, “No tendremos nada que ver con Zambia si Sata gana las elecciones y reconoce a Taiwán”. En tal declaración hay implícita una amenaza de interrumpir las inversiones que en años recientes se han convertido en un factor importante para el desarrollo económico de Zambia.

En un incidente similar pero más cercano, en 2004, se informó que Zhang Zhigang, secretario de educación en el Consulado Chino en Chicago, hizo circular una carta a los presidentes de las asociaciones de estudiantes de la zona informándoles de una “importante tarea” que debía llevarse a cabo, según un estudio realizado por World Organization to Investigate the Persecution of Falun Gong (WOIPFG) que incluye una copia del comunicado.

De acuerdo con el grupo, “La tarea era (que las asociaciones de estudiantes) ‘convoquen a la mayor cantidad posible de estudiantes y eruditos chinos para que escriban emails a sus respectivos congresistas y senadores’ instándolos a no apoyar a Chen Shui-bian, el (entonces) presidente (pro-independencia) de Taiwán. Zhang luego adjuntó cartas modelo e información de contacto de los representantes, como referencia para los estudiantes. Por último, estableció una fecha límite para la tarea –la cual debía ser completada para el 20 de marzo y un informe del proceso debía presentarse para el 16 de marzo”.

Según señala WOIPFG, lo irónico e insidioso de los ejemplos anteriores es asombroso. Representantes de un gobierno no elegido por sus ciudadanos y que regularmente les niega incluso el derecho a expresar libremente sus opiniones, buscan influenciar y aprovecharse de los procesos democráticos para cumplir sus propósitos.

Es en este contexto que incidentes como las relaciones y el financiamiento de John Liu de organizaciones como la Asociación de Fujian o su tendencia a juntarse con quienes atacan a Falun Gong en vez de con los practicantes de Falun Gong, comienza a llamar la atención.

Parecen ser los primeros síntomas de un funcionario elegido democráticamente que sigue la línea del PCCh en vez de los principios democráticos y los intereses de sus electores. Y eso es algo que muchos votantes de Nueva York probablemente no quieran respaldar.

Regina Davis en una investigadora de derechos humanos en el sector sin fines de lucro de Nueva York.

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