«El problema no es China, sino el Partido Comunista»
-Déjeme decirle que esta entrevista se nos ha ido muy allá, pero mucho, de lo que se suele hablar con un actor de Hollywood. Donde usted tiene fama de ser un gran defensor del Tíbet, es decir, un gran crítico de China.
-Yo no soy crítico con China, sino con el Partido Comunista, que ahoga allí toda libertad. Puedo imaginar un futuro no demasiado distante en que esto ya no será así y China podrá explorar grandes oportunidades. El problema no es China, sino el Partido Comunista, y lo es especialmente para las minorías.
-Hay un largo camino desde «American Gigolo» hasta aquí... ¿Cuánto ha cambiado usted?
-Yo tenía 29 años cuando hice aquella película. Entonces era como cualquier otra persona de 29 años, hombre o mujer. Ahora tengo 60 años y no soy más ni menos de lo que soy ahora.
-Yo no soy crítico con China, sino con el Partido Comunista, que ahoga allí toda libertad. Puedo imaginar un futuro no demasiado distante en que esto ya no será así y China podrá explorar grandes oportunidades. El problema no es China, sino el Partido Comunista, y lo es especialmente para las minorías.
-Hay un largo camino desde «American Gigolo» hasta aquí... ¿Cuánto ha cambiado usted?
-Yo tenía 29 años cuando hice aquella película. Entonces era como cualquier otra persona de 29 años, hombre o mujer. Ahora tengo 60 años y no soy más ni menos de lo que soy ahora.
-¿Cómo conoció esta historia tan japonesa?
-La primera noticia me llegó al leer el guión, y eso que conozco Japón muy bien. Llevo veinte años viajando allí y nunca me había enterado. Me provocó una reacción emocional muy fuerte. Lloré.
-¿Y es usted en general muy llorón leyendo guiones?
-No, no me pasa a menudo. En este caso pensé: vamos a dejar reposar la historia unos días, y a ver qué pasa. Y al cabo de unos días me la volví a leer y lloré otra vez. Lloraba de nuevo cuando les contaba la historia a mis amigos. La gente me preguntaba por qué me emocionaba tanto. Yo les decía: no tengo ni idea y no me importa. Creo que esta historia apela a emociones tan profundas que no pasan por el cerebro. Me gustaría ser un gran poeta para explicarlo mejor, pero no puedo. No soy un poeta, sólo hago películas.
-La lealtad de Hachiko a su dueño es conmovedora... ¿Cree usted que el perro llega a saber que su espera es en vano?
-No quisiera contestar a esta pregunta de un modo que «programara» su experiencia ante Hachiko... Lo que estamos buscando es algo que está fuera... Algo que no está en la mera superficie de los hechos. Ni en sus nombres. Por ejemplo, ahora entra usted en esta habitación. Y se supone que entra una mujer, española, periodista... Pero son sólo son etiquetas.
-Entonces, ¿no piensa en cuánto tardará su amo en volver?
-Exacto. El perro simplemente espera a su amigo... A su amante en realidad, porque esto es una historia de amor... El perro espera sin más. La gente de la estación viene y se relaciona con él, y él con ellos. Pero su mente no se distrae. Está allí sentado inmutable, como un yogui.
-Pero entonces, según usted, ¿espera a su amo o qué espera?
-Espera a Parker (su amo) con un profundo amor, compasión y conexión con él. Pero, para él, Parker no es un hombre, un americano o un profesor. No le pone etiquetas. El Parker con el que conecta y al que espera es el más inmanente, el que existe a un nivel más profundo. Y a ese nivel tratamos de acceder con la película. ¿Cómo? Pues de la manera más simple. Sin trampas ni fantasiosos movimientos de cámara. Y sin apenas hay diálogo. Dejando que la película se asiente.
-La primera estatua de bronce de Hachiko erigida en Japón fue fundida para hacer armas para la Segunda Guerra Mundial. Hay quien cree que estas grandes historias orientales de lealtad encierran una honda semilla de militarismo.
-Ésa es una de las razones por las que queríamos ambientar la historia en EE.UU. y no en Japón. Esencialmente, la sociedad americana es igualitaria. La japonesa tiene estructuras sociales muy fuertes con una base profundamente desigual. En esta historia es casi imposible perder de vista la relación vertical entre hombre y perro, entre amo y servidor, entre shogun y samurai... Yo no quería esa clase de sentimientos. En la película el perro no tiene un amo: tiene un amante. Es muy distinto. ¿Conoce usted a Rumi, el poeta persa del siglo XIII? Él habla en su poesía del reencuentro con el amado como del reencuentro con Dios. Hablamos de relacionarse con otro ser a un nivel divino. Una lealtad que va mucho más allá de la que tú puedas sentir por tu instituto o por tu club de fútbol. Algo mucho más vasto.
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