El presidente estadounidense, Barack Obama, recibirá el jueves al Dalai Lama en la Casa Blanca pese a las reiteradas advertencias de China, que acusa al líder espiritual tibetano en el exilio de separatismo y previno que ese encuentro perjudicaría las ya tensas relaciones entre Pekín y Washington.
Desde principios de febrero, las dos capitales mantienen intercambios de comunicados sobre esta visita, conminatorios de parte china y firmes del lado estadounidense.
El ministerio chino de Relaciones Exteriores demandó a Washington en varias oportunidades que anulara ese encuentro, advirtiendo de que ello "minaría seriamente" las relaciones entre ambos países. "La reunión tendrá lugar como estaba prevista", replicó el viernes el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs.
Además de la cita con Obama, prevista en la Sala de Mapas de la Casa Blanca y no en el Salón Oval, centro neurálgico de la presidencia y donde la foto de un apretón de manos sería sin duda considerado por Pekín como una provocación adicional, el Dalai Lama recibirá durante su visita en Washington una medalla de la Fundación Nacional por la Democracia, financiada por el Congreso.
El líder tibetano, que reside en el exilio en India desde 1959, no fue recibido por Obama en un viaje a Estados Unidos en octubre pasado, con el fin de no enturbiar la primera visita del presidente estadounidense a China, efectuada un mes después.
Esa concesión a Pekín le valió a Obama las críticas de los defensores de los Derechos Humanos.
El líder tibetano inicia el miércoles una visita de una semana a Estados Unidos, donde cuenta con gran popularidad.
"El Dalai Lama es una figura religiosa y cultural respetada en todo el mundo, y es bajo ese título que el presidente lo va a recibir", destacó el 2 de febrero el portavoz de la Casa Blanca, Bill Burton.
Washington no reclama la independencia de Tibet, territorio reivindicado por Pekín desde el siglo XIII y que ocupó militarmente en 1950. "Para ser claro, Estados Unidos considera que el Tibet forma parte de China", precisó Burton.
Pero -explicó- "estamos preocupados, en el plano de los derechos humanos, por la forma en que los tibetanos son tratados. Presionamos al Gobierno chino para que proteja las tradiciones culturales y religiosas únicas del Tibet".
Las relaciones entre Washington y Pekín se deterioraron brutalmente en las últimas semanas.
China, que considera a Taiwán como una provincia rebelde, suspendió a finales de enero los intercambios militares con Estados Unidos y anunció la aplicación de "sanciones apropiadas a las empresas estadounidenses implicadas", después de que el Gobierno de Obama suscribió un contrato de venta de armas por más de 6.400 millones de dólares con Taipei.
Ambos países mantienen además un cierto número de querellas comerciales, como la amenaza de Google de retirarse de China, o diferentes enfoques diplomáticos, especialmente sobre el tema nuclear iraní, donde Pekín continúa privilegiando la vía del diálogo, en tanto que Estados Unidos aboga por nuevas sanciones.
Desde el comienzo de este período de tensiones, la Casa Blanca buscó minimizar las diferencias, estimando poder "discutir francamente y sin segundas intenciones los problemas sobre los cuales no estamos de acuerdo", y afirmando que Obama ya había hecho saber a sus interlocutores chinos en noviembre sobre su decisión de recibir al Dalai Lama.
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