Marga Zambrana Pekín, 8 ago (EFE).- Los Juegos Olímpicos transformaron Pekín hace un año en una de las ciudades más futuristas e impresionantes del planeta, pero las promesas de mejora del medio ambiente y de los derechos humanos por parte del Gobierno siguen sin cumplirse.
"Los Juegos fueron un punto de inflexión en la historia de China.
Sólo los Juegos podían demostrar lo bien que China había progresado en 20 o 30 años. Pekín nunca será la misma", señaló el alcalde de Pekín, Liu Qi, en su discurso de aniversario.
Del legado olímpico, el funcionario comunista destacó la combinación única de deporte, cultura y la mejora de infraestructuras y del medio ambiente.
Sin embargo, una espesa capa de partículas cubre hoy el fantasmagórico perfil del Nido de Pájaro (el estadio nacional) y el Cubo de Agua, joyas arquitectónicas olímpicas, mientras el parque de vehículos sigue creciendo a pesar de las restricciones ambientales.
"Hemos de reconocer los esfuerzos del gobierno de Pekín por introducir energías limpias como el gas natural", señaló a Efe el prestigioso ecologista Ma Jun, pero "hay todavía muchas áreas que necesitan más trabajo", como las tareas de construcción y el transporte de camiones de gran tonelaje, muy contaminantes.
Al ganar la cita olímpica en 2001, China se comprometió en mejorar el medio ambiente y los derechos humanos, y el COI pensó que con los JJOO, el país cambiaría, pero en realidad China usó los Juegos para intentar cambiar sólo su imagen en el mundo, señalan los analistas.
Los chinos reaccionan todavía con rechazo a las críticas foráneas contra la represión de las revueltas en el Tíbet, la detención de activistas, el conflicto étnico de julio en Xinjiang, y aún más a la comparación de sus JJOO con los de la Alemania nazi de Berlín 1936.
"En las últimas semanas hemos tenido numerosas pruebas de que los JJOO fracasaron en presentar a China como un Estado que respeta los estándares internacionales básicos en derechos humanos", señaló a Efe Phelim Kine, investigador para Asia de la ONG Human Rights Watch (HRW), quien recordó la detención, acoso y ataques físicos a los periodistas extranjeros durante la cita olímpica.
La libertad de expresión y de asociación siguen estando muy restringidas, agregó Kine, quien citó casos como la detención del activista Liu Xiaobo tras firmar una petición de democracia, la censura en Internet, la represión de las revueltas de Xinjiang o la acusación de espionaje contra el directivo de Rio Tinto en Shanghai.
A estas críticas se suma el Club de Corresponsales Extranjeros de China (FCCC), que, además de recordar que el Tíbet sigue cerrado, denuncia que la "intimidación a las fuentes y a los asistentes chinos (que trabajan para corresponsales) estropean el progreso hacia unas condiciones de trabajo internacionales".
Esta noche las luces del Nido volverán a brillar por primera vez desde que se apagó la llama olímpica para acoger el partido de la Supercopa de Italia entre el Inter de Milán y el Lazio, el máximo evento en un año que acoge este ejemplo de "elefante blanco".
En estas y en otras moles arquitectónicas y en infraestructuras diseñadas para celebrar la puesta de largo de China ante el mundo se gastó el gobierno comunista la nada somera cifra de 40.000 millones de dólares (27.800 millones de euros), de los que 4.000 millones se destinaron a las instalaciones olímpicas.
Un listón insalvable para futuras sedes, pero China se lo podía permitir antes de la crisis, y los Juegos siguen siendo un momento de orgullo e identidad en la apertura al mundo de la tercera potencia económica tras décadas de hermetismo comunista.
"Después de los Juegos he seguido estudiando inglés, porque ahora Pekín se ha convertido en una ciudad internacional", explicó a Efe el señor "Summer" (Xia), de 71 años, uno de los 4 millones de pequineses que se embarcaron en el aprendizaje de idiomas para atender a los visitantes olímpicos.
"Los juegos fueron impresionantes, hicimos grandes amistades.
(Juan Antonio) Samaranch es un buen amigo de China", resume en perfecto inglés el señor Jason Yang, de 76 años y uno de los 1,5 millones de voluntarios olímpicos, al referirse al español más venerado en China, el ex presidente del COI que les dio los Juegos.
"Los JJOO mostraron la capacidad de China de acoger un evento global de esas dimensiones, que exceden Juegos anteriores y se lo ponen difícil a Londres. Para muchos chinos eso confirmó el estatus de su país como una gran potencia", señaló a Efe Simon Shen, profesor de la Universidad China de Hong Kong.
"El hecho de que China pudiera celebrar los juegos después del terremoto de Sichuan añade una nueva dimensión al movimiento nacionalista", agregó, "la política centralista del gobierno y el nacionalismo chino se unieron después de los Juegos".
La cita olímpica mejoró además los transportes pequineses, con la construcción de tres nuevas líneas de metro (en la actualidad son cinco), la mayor terminal aeroportuaria del mundo, carreteras y estaciones de tren que, junto con el cierre de plantas contaminantes, han servido para mejorar la calidad de vida en Pekín.
Sin embargo, el milagro arquitectónico pequinés ha supuesto la desaparición de la mayor parte de la ciudad imperial, una práctica secular cada vez que un nuevo emperador quería dejar una impronta indeleble de su paso por el Imperio del Centro. EFE mz/wm
No hay comentarios:
Publicar un comentario