Google lanza un órdago al gobierno chino y amenaza seriamente con salir del país. ¿Tiene sentido un mapa del mundo sin China? ¿En qué condiciones?
El mensaje oficial posteado por Google es claro: los últimos ataques contra su estructura marcan un punto de no retorno:
These attacks and the surveillance they have uncovered–combined with the attempts over the past year to further limit free speech on the web–have led us to conclude that we should review the feasibility of our business operations in China. We have decided we are no longer willing to continue censoring our results on Google.cn, and so over the next few weeks we will be discussing with the Chinese government the basis on which we could operate an unfiltered search engine within the law, if at all. We recognize that this may well mean having to shut down Google.cn, and potentially our offices in China
Lo que insinúa la declaración es la responsabilidad de fuerzas gubernamentales chinas en el crackeo de servidores de Google. China desarrolla desde hace años unidades militares especializadas de indudable capacidad operativa. Sin embargo es la primera vez que una empresa basada en China acusa -siquiera indirectamente- al propio gobierno de utilizar contra ella este tipo de recursos.
Aunque el comunicado intenta poner el foco en los activistas sobre derechos humanos queda claro que el objetivo de los ataques era obtener información industrial clasificada de todo tipo y que las víctimas, confiados sus correos corporativos a Google, ni siquiera se han enterado todavía.
El fondo: una vez entras en Google, todo es fácil. La centralización deviene en pérdida de seguridad global. Google insiste en que el daño se ha limitado a obtener información sobre las cuentas de gmail de algunos activistas chinos y que el contenido de sus emails sigue intacto, pero obvia decir que hace mucho tiempo que para los servicios de inteligencia lo importante no está en el contenido sino en los remites.
Finalmente no deja de resultar curiosa la represalia del gigante americano: “no deseamos seguir censurando resultados en google.cn“. Definitivamente, cuando el “not to be evil” se convierte en amenaza, es de suponer que la cotidianidad se enfoca de una manera diferente.
¿Dos mundos separados?
La otra parte de esta historia apunta hacia el gobierno chino. Hace años que su búsqueda de la la soberanía tecnológica va asociada también a una reinterpretación de las tecnologías de la información como herramientas de control social al servicio del estado. Con tal de facilitar la -muchas veces cruel- represión de los activistas, China ha construido gigantescas infraestructuras que permiten al gobierno filtrar algo que ya no es propiamente Internet sino una gigantesca red LAN asociada y convenientemente separada del mundo.
Google se comporta como el Capitán Renault en Casablanca, cerrando indignado el local porque acaba de descubrir que se juega mientras un camarero se acerca para entregarle sus ganancias de ruleta. Pero más allá de las hipocresías el hecho es que Google China servía, sirve todavía, de conector entre las dos redes, entre los dos mundos. De marcharse definitivamente, China quedará más lejos.
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