Las dolencias óseas de 25 millones de chinos y la creencia de que los huesos de tigre pueden curarlas están a punto de exterminar a este felino, del que solo quedan 50 ejemplares en libertad en China, por lo que el Año del Tigre será crucial para salvar a esta especie.
«El uso de productos del tigre era una tradición en la medicina china», explicó a Efe Lisa Hua, gestora del Fondo Internacional para la Protección de los Animales y su Hábitat (IFAW).
Pero las cifras indican que de poco ha servido que en 1993 Pekín prohibiera el comercio de estos productos y que los médicos y libros de Medicina Tradicional China (MTC) eliminaran de sus registros las recetas con partes de tigre, en particular, elixir de huesos contra la artritis, o «hu gu jiu», consumido en el este del país.
Si bien es cierto que en las farmacias oficiales de MTC es imposible encontrar el preciado brebaje, que como el vino gana valor con los años, sus poseedores venden sus botellas a precio de oro: 4.100 dólares (3.000 euros) por una producida en 1989 y adquirida en la mítica farmacia pequinesa Tongrentang, reza un antiguo anuncio.
Si en la década de 1960 había 4.000 tigres en China, tras el exterminio de esa «peste» promovido por Mao Zedong y la demanda de huesos y pieles, en la actualidad sólo quedan 20 siberianos en el noreste, 20 bengalís en el Tíbet y 10 de Indochina (Panthera tigris corbetti) en el suroeste.
A pesar de los programas de protección, la inexorable extinción de su hábitat y de sus presas -antílopes, jabalíes y ciervos-, y el apetito chino por huesos, pieles, penes, garras, pelo, colmillos y carne han sentenciado a este depredador endémico de Asia.
Temeroso del ser humano, el tigre puede desaparecer de la faz de la tierra en el 2040, siguiendo la premonitoria extinción del tigre de Amoy o Xiamen (Panthera tigris amoyensis) en 1994, símbolo chino durante 8.000 años del que quedan 59 ejemplares en cautiverio.
La población global de 100.000 tigres de hace un siglo ha menguado hasta los entre 2.000 y 3.200 tigres: unos 2.000 de Bengala (panthera tigris bengalensis) en la India, 500 siberianos o de Amur (panthera tigris altaica) en Rusia, según datos aproximados del Fondo Mundial Para la Naturaleza (WWF), que se propone duplicarlos.
Hasta 1993, China engullía 4 toneladas anuales de huesos de tigre (entre 330 y 400 ejemplares), muy por encima de la población salvaje de entonces, por lo que los países vecinos empezaron a sospechar que sus tigres eran cazados para abastecer a los chinos.
Sin embargo, la IFAW calcula que hasta 5.000 tigres son criados en cautividad en granjas privadas chinas, que se reproducen hacinados en condiciones deplorables y se exhiben como atracción.
Los criadores aseguran que la finalidad es la conservación y piden que se legalice el comercio, pero la escala industrial de las granjas de Harbin (noreste) y Guilin (sur), que acogen a la mitad de la población cautiva, delata, en opinión de Lisa Hua, que el objetivo es abastecer la demanda ilegal.
Pekín «debería tomar medidas más estrictas para controlar la población en estas granjas y reducirla a un nivel que sea sostenible para su conservación», sugiere Hua, que pide el cierre de granjas.
El problema es que no se ha hallado un método fiable para reintegrar a estos animales, incapaces de cazar, a la vida salvaje.
Hua asegura que son los propios criadores de tigres los que originan falsas creencias sobre las propiedades curativas de partes «sobrantes», como el pene como afrodisíaco, para venderlas.
«Me gustaría sepultar la creencia de que se cazan tigres por sus penes o propiedades afrodisíacas», señaló a Efe Brendan Moyle, experto en economía de la naturaleza de la universidad neozelandesa Massey, en Auckland.
Es el mercado de pieles y huesos la principal amenaza para el tigre, y en el primer caso, el Gobierno chino prefiere evitar nuevos conflictos étnicos con los tibetanos, que consideran que las «chubas» -capas de tigre- simbolizan la valentía nómada.
Moyle baraja volúmenes de negocio «muy especulativos» -subraya- de la caza ilegal del tigre, con un ritmo anual de entre 300 o 500 tigres y a un precio por espécimen de 50.000 dólares.
«El Gobierno hizo un buen trabajo reduciendo la demanda, por eso un esqueleto de tigre puede costar tanto. El problema es que existe una demanda incondicional que, aunque pequeña en China, es gigante con respecto al número de tigres salvajes», explica el economista.
Por ello, asegura, si se cerraran las granjas, como propone el Banco Mundial, se aceleraría la caza furtiva en Indochina.
Moyle equipara el tráfico ilícito de tigres al de drogas: las mafias, aliadas con funcionarios corruptos, importan la caza ilícita a través de India, Nepal, Birmania y Rusia en pequeñas cantidades y a través de una red secreta llega al consumidor.
Incluso persuadiendo al 99% de los 25 millones de pacientes chinos, el restante 1% podría exterminar todos los tigres salvajes varias veces.
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